Intolerancias alimentarias (I)

Últimamente parece que a casi todos nos sienta mal lo que comemos.

Nuria Puig

Intolerancias alimentarias (I)
Intolerancias alimentarias (I)

Parece que nuestros intestinos se hayan olvidado de cuál es su función en nuestro cuerpo y no trabajen lo suficiente para descomponer los alimentos que comemos. Parece que la dieta que han seguido durante tanto tiempo nuestros antepasados, a base de trigo, frutas, verduras… ya no sirva para nosotros. ¿Qué nos está pasando? ¿De dónde vienen todas estas alteraciones? ¿Cómo saber si somos intolerantes a algunos alimentos?

Aproximadamente un 20% de la población padece alguna reacción alimentaria adversa durante su vida. Sin embargo, este dato parece quedarse corto con la cantidad de gente que se queja de problemas a la hora de digerir cierto tipo de alimentos y con el aumento explosivo de productos alimentarios especiales que han aparecido en nuestros supermercados: leches sin lactosa, alimentos sin gluten, productos bajos en fructosa…  Está claro que algo está pasando con nuestros intestinos para que se haya armado tanto follón. Parece que esta parte de nuestro cuerpo se está rebelando y nos pide que le prestemos algo más de atención.

Por si no hubiera bastante, si eres triatleta, debes saber que los intestinos son uno de los órganos claves en el rendimiento de muchos deportes, especialmente los de resistencia, donde existe la necesidad de comer y beber durante las pruebas para evitar que aparezcan problemas de deshidratación o bajadas de azúcar durante una competición. Por lo tanto, es importante que un triatleta cuide de su sistema intestinal igual de bien que de sus músculos o de su bici y neopreno.

Pues bien, la mayoría de personas que se ven afectadas por intolerancias alimentarias dicen que la sintomatología asociada les aparece de forma brusca o repentina tras un periodo relativamente largo e intenso de estrés o nerviosismo. Así es, parece que nuestro estilo de vida, con el estrés como candidato principal, está afectando al equilibrio de nuestros intestinos provocando que, alimentos que hemos consumido siempre sin ningún tipo de problema, ahora, de forma instantánea, nos provoquen malestar. Los síntomas más comunes de las intolerancias alimentarias son: sensación de hinchazón, gases, dolor abdominal o en un costado, alteraciones en el ritmo de las deposiciones (estreñimiento, diarrea o una alternancia de ambos casos), digestiones pesadas, reflujo.

Intolerancia a la lactosa

Se debe a un déficit total o parcial en la actividad de la enzima lactasa. La lactosa, cuando llega al intestino no puede atravesar la pared directamente, necesita esta enzima que la rompe en dos moléculas más pequeñas (glucosa y galactosa) y de esta manera sí puede absorberse y pasar a la sangre. Es la intolerancia alimentaria más frecuente en el mundo. Los asiáticos y africanos son los más susceptibles a sufrirla (aproximadamente un 90% de la población es intolerante) y los europeos del norte los que menos (apenas un 5% de los escandinavos las sufren). En España la prevalencia de este tipo de intolerancia se sitúa alrededor del 15%, aunque es probable que esta cifra vaya en aumento. Tienen lactosa todos los lácteos animales (leche, queso, yogur, nata y mantequilla o margarina), embutidos y carnes procesadas (salchichas, carnes picadas...), helados, bollería (bizcochos, galletas, magdalenas…), algunos caramelos y golosinas, algunas cremas envasadas y salsas, algunos medicamentos (hay que informar al médico).

Intolerancia a la fructosa y sorbitol

Esta tipo de intolerancia alimentaria es la que ha aparecido con mayor intensidad en los últimos años. La fructosa necesita la enzima aldolasa-B en una parte de su metabolismo para poder ser usada como nutriente. Es esta enzima la que no funciona correctamente cuando aparecen los síntomas digestivos.

El aumento de personas intolerantes a este tipo de azúcar se explica, en parte, por el aumento drástico del uso de esta sustancia en muchos productos alimentarios. La raíz del problema está en que algunos años atrás se observó que este azúcar no provocaba un aumento de glucosa en sangre inmediato y que esto podría ser bueno para las personas diabéticas especialmente. Por este motivo, se empezó a usar de forma masiva como azúcar añadido a muchos alimentos y esto, encadenado a otra serie de factores, ha podido actuar como detonante.

Por otro lado, el sorbitol es otro tipo de azúcar usado como aditivo en muchos alimentos. También es usado como edulcorante y está presente en muchos alimentos que contienen las etiquetas “sin azúcares”.  La capacidad del intestino para absorber esta molécula es muy limitada, por lo tanto, un aumento de nuestro consumo a partir de todos estos producto edulcorados puede haber sido el detonante de esta situación de intolerancia. Además, el sorbitol interfiere en la absorción de la fructosa, por lo tanto, siempre se evitan ambas sustancias a la vez.

Aparece en todas las frutas (excepto el aguacate y los zumos de limón o de naranja muy diluidos). Las verduras también contienen fructosa. Se deben evitar aquellas que la contienen en mayor cantidad: judías verdes, maíz, zanahoria, cebolla, remolacha, coles. Está presenten en los edulcorantes (azúcar, fructosa, sacarosa, sorbitol, miel, jarabe de agave, miel, mermelada…), en los lácteos y postres edulcorados, en las bebidas con azúcar, en carnes procesadas y embutidos, en la bollerías industrial, en las salsas de tomate y salsas comerciales y en los refrescos y zumos.