Ahora su nombre suena en todas las quinielas de los posibles ganadores de las carreras de un día. Pero no siempre ha sido así...
Oliver Naesen, que el próximo mes de septiembre cumple 30 años, ha tenido que recorrer un largo y tortuoso camino para llegar a ser profesional y consagrarse en una categoría que exige lo máximo tanto en el entrenamiento como en la competición.
Cuando tenía poco más de veinte años, mientras los colegas de su generación que tenían claro que querían dedicarse al ciclismo de élite se entregaban ya en cuerpo y alma al deporte, el corredor belga llevaba una de doble vida, por así decirlo, tratando de compaginar el ciclismo con los estudios y, posteriormente, con el trabajo.
"No era realista. Nunca había ganado nada en categorías inferiores o sub-23, literalmente nada, cero carreras, porque estaba en la universidad. Pero no me iba bien, porque cuando estaba entrenando pensaba: Debería estar estudiando. Y cuando estudiaba, pensaba: Debería entrenar, porque en la carrera del fin de semana me van a dar una patada en el culo si no entreno. Siempre estaba haciendo las dos cosas a medias, algo que siempre es una mala idea", explica Naesen, entrevistado por su compañero de equipo Larry Warbasse en el canal de Youtube del Ag2r La Mondiale (vídeo, más abajo).
Naesen aguantó así durante un par de años. Cuando acabó el 2012, decidió ponerse a trabajar. "Sabía que no iba a ninguna parte. Conseguí un empleo como chófer de lavandería durante dos años. Hubo madrugadas en las que me levantaba a las 5 y llegaba a casa a las 4:30 de la tarde. Sin embargo, después del trabajo lo tenía todo hecho y podía ir a entrenar. No tenía nada en la cabeza que me impidiera conseguir lo que me propusiera en el ciclismo", asegura el ciclista belga.
"Estaba en una encrucijada... ¿Qué voy a hacer en la vida cuando acabe mi carrera universitaria? Todavía no tenía el título, por lo que necesitaba un buen trabajo. Y luego está el ciclismo. Pero no soy un ganador, no estoy ganando carreras. Por otro lado, no estoy entrenando como debería, ¿qué hago?", recuerda.
“Solo quería ver hasta dónde podía llegar en el ciclismo. Tenía un entrenador por primera vez. Todos los días, después del trabajo, si él decía cuatro horas de entrenamiento o cinco horas de entrenamiento, las hacía con las luces que le puse a la bici. Comer, dormir, trabajar, entrenar, repetir, todo el tiempo, constantemente... Y los resultados empezaron a llegar", afirma Naesen, que comenzó su carrera en 2014 con el equipo belga Cibel, después de haber estado entrenando con el Lotto. Sus buenos resultados propiciaron que en 2015 firmase su primer contrato profesional con el Topsport Vlaanderen-Baloise, con el que se impuso en dos clásicas: Poly Normande y Gooikse Pijl.
"Si me hubieran dado un contrato por 10 años, lo habría firmado", admite.
La única persona que Naesen veía regularmente, aparte de su entrenador, era su novia. No había nada más en su vida, incluso usaba los días de vacaciones para hacer concentraciones y acudir a las carreras: "Recuerdo el Tour de Bélgica con los profesionales, mi equipo continental había recibido una invitación. Fue una semana de vacaciones para mí".
"A veces, después de estas carreras con los profesionales, volvía conduciendo a casa pensando: Oh, Dios mío, mañana tengo que levantarme a las 5 de la mañana y los PRO pueden dormir, tomar un café o lo que sea. Mi jornada será mucho más difícil. Me daban envidia", relata el belga,
En 2016 dio el salto al World Tour con el IAM Cycling y debutó en su primera gran vuelta en el Tour de Francia. Ese año ganó la Clásica de Bretaña y, a final de temporada, con la desaparición del equipo, firmó con el AG2R-La Mondiale, con el que se proclamó campeón de Bélgica en ruta. Desde ese año, Olivier Naesen ha sido el hombre fuerte del equipo francés en las clásicas de primavera, logrando buenos resultados en las clásicas flamencas.