"Judith, esto es lo que te vas a encontrar en Hawaii y debes prepararte para ello"

El error de una de las motos de la organización la dejó fuera de la lucha por la victoria en el Mundial de Challenge, pero la batalla interna que sí superó ha supuesto el mejor entrenamiento posible para Kona.

Foto: Challenge Family / Juanan Fernández

"Judith, esto es lo que te vas a encontrar en Hawaii y debes prepararte para ello".
"Judith, esto es lo que te vas a encontrar en Hawaii y debes prepararte para ello".

A estas alturas, convertida en una referencia de la media y la larga distancia a nivel nacional e internacional, Judith Corachán partía como clara favorita al triunfo en el Mundial de Challenge –The Championship– que se disputó el pasado domingo y que al final se adjudicó la británica Lucy Hall, con Sara Pérez en la segunda plaza.

Judith completaba el segmento de la natación dentro de las primeras posiciones. Y en esa lucha estaba en el sector de bici cuando sucedió lo menos pensado, un error inexplicable que dio al traste con todas sus aspiraciones de pelear la victoria: "Una moto de la organización, se sale de la autopista en una salida que no tocaba, algo que no logramos comprender, ¿pero qué hacemos: matamos al motorista?", explicaba Juanan Fernández, International Quality Manager de Challenge Family.

Aun así, la triatleta española, que remontó hasta la 10ª plaza en meta, no ha puesto excusa alguna. Al revés. Intenta sacarle el lado positivo, como relata en la crónica de obligada lectura que ha publicado en su web

"Esta crónica empieza justo en el momento en el que salta la noticia de que, de nuevo, se pospone el Mundial de Hawaii. Sin duda, fue un palo muy duro. Un golpe que me ha condicionado y que me ha afectado mucho anímicamente. Me he dado rabia no saber gestionar mejor la situación y no poder evitar hundirme tanto emocionalmente. Sin embargo, no he sido capaz de hacerlo mejor", explica Judith, que narra con todo detalle cómo fue la prueba de Samorin.

"Las primeras brazadas para defender mi sitio fueron muy agónicas. Éramos muy pocas participantes, pero no dejaba de ser un Mundial y todas nadábamos mucho. Las frías aguas del Danubio hicieron que ese agobio se incrementara. Y, por si fuera poco, nos tocaba luchar contra una dura corriente y un fuerte oleaje. Sí, sí, oleaje, habéis leído bien. Y es que, a pesar de ser un río, el fuerte viento creaba unas olas muy molestas", asegura Judith, que, a pesar de todo, salió del agua en una buena posición, dispuesta a luchar por la victoria... hasta que pasó... lo que pasó...

"Las triatletas seguimos a las motos y, sin más, nos metemos recto en la autopista por el carril que íbamos circulando y dejando unos conos que delimitaban el carril a la derecha. Y aquí fue donde se produjo el gran error. Debíamos haber ido a la derecha. Debíamos haber dejado los conos a la izquierda. Nos metimos totalmente en el sentido opuesto de la autopista. Justo por donde debíamos salir en los kilómetros finales tras completar el circuito ¿De quién fue el error…? ¿Nuestro…? ¿De la organización…? Yo asumo mi mea culpa y sé que es nuestro deber conocer el circuito, pero, a mí, en ese momento, no me cabe duda. Las motos delante toman esa trayectoria y cinco triatletas también, pues yo fui ahí de cabeza, sin pensarlo. De hecho, yo no dude en ningún momento y pensaba que íbamos siguiendo el circuito a la perfección. Y ellas, por supuesto, también. Y lo peor, las motos también, o al menos nadie hizo o indicó lo contario...

Después de estar rodando cinco kilómetros viento en contra y alucinando de lo duro que se iba hacer el día, a pesar de ser un circuito muy fácil, veo que la cabeza del grupo empieza a girar. No puede ser. Si Sara no ha pasado y seguro que va delante, ¿tanto nos ha sacado que ni la hemos visto de cara?. Veo que algo raro pasa. Tanto es así que Sarissa de Vries me indica que gire. Ahí veo que vamos mal ¡Vaya cagada! Mejor dicho: ¡Vaya mierda! No lo podía creer", explica Judith, que, en ese momento, comenzó su particular batalla interna para no abandonar...

"Que estúpida me sentía. Quería llorar de rabia. Quería gritar de impotencia. Quería tirar la bici. Esa bici que cuidas y mimas cada día como si fuera tu tesoro más preciado y en ese momento la hubiera tirado por el barranco. Y yo detrás de ella...

Tocaba volver a luchar viento en contra. Veinte kilómetros en los que, por más empeño que pusiera, no llegaba ni a los 30 km/ho. Yo seguía con mi lucha interna. Aunque me costaba encontrar las fuerzas para ello. Para colmo, unos kilómetros más tarde, veo a otra triatleta parándose en el arcén. Ella también había decidido retirarse. No os voy negar que tuve la tentación de imitar su decisión. Sin embargo, conseguí, por suerte, todo lo contrario. Judith, tú no eres así, tú no tiras la toalla. Ese pensamiento me motivó durante un buen rato y consiguió que me mantuviera dentro de carrera. Pocos argumentos para seguir ahí. En lo que a la carrera se refiere, ninguno. Ni opciones a premio económico (cobraban las ocho primeras), ni a nada. ¡Solo tienes opción a hacer el ridículo!...

La bici fue eternamente jodida para mí. Lucha física y lucha mental. Venciéndome a mi misma kilómetro a kilómetro y convenciéndome de seguir allí. Al menos hasta la T2. Al menos saca un buen entreno de bici. Judith, esto es lo que te vas a encontrar en Hawaii y debes prepararte para ello. Hawaii sigue estando ahí ¡Vamos!. Qué poco me gusta el viento y qué mal se me da. No sé sufrir contra él. Así que me propuse aprovechar para trabajar sobre ese punto débil", relata Judith, que finalmente salió vencedora de la lucha contra sí misma y se reencontró en la carrera a pie.

"Empecé a correr justo en el momento en que la primera completaba su vuelta 1. Lo hizo justo delante de mí. Y yo corriendo detrás de ella para el desconcierto de la gente y el mío. Qué situación tan extraña. Y hasta un poco vergonzante para mí, la verdad. Le aguanté los primeros kilómetros y eso me hizo entrar en ritmo. Ese que nunca tuve antes. Quizá porque ni siquiera lo busqué. Decidí pasarla, sin saber bien por qué. Quizá porque me incomodaba esa situación y preferí evitar sentirme doblada. Aunque fuese por escasos metros. Sin embargo, esos metros se convierten en kilómetros y me motivó no solo ver y sentir que estaba corriendo fuerte, sino que le podía plantar cara a la cabeza de carrera. Esa que quizá hubiera podido vislumbrar si la carrera hubiera transcurrido sin incidentes...

Los kilómetros pasaron rápidamente. Qué placer sentir eso después de toda esa lucha. Y cuando llegué al ecuador de la media maratón no solo tuve claro que iba a acabar sí o sí, sino que lo iba a dar todo hasta el final. Porque me lo merecía y me lo debía a mí misma. Porque para mí eso significaba derrotar al monstruo que me había estado persiguiendo esas dos semanas atrás. Porque para mí eso era una victoria personal muy, muy grande"... 

Como ya comentábamos este lunes, Si eres triatleta, toma nota de la lección que nos dio Judith Corachán en el Mundial de Challenge...