Me gusta mucho Dimitri Perelman. Ya he hablado antes aquí de él. Consiguió demostrar la conjetura de Poincaré, considerado uno de los enigmas matemáticos del siglo, sobre el que “pesaban" varios premios para el que pudiera con ella. Perelman no sólo se negó a ir a recibir los premios y reconocimiento (algunos dotados de una generosa recompensa económica) aduciendo que, si la demostración era válida, no había nada que reconocer, y rechazó también el dinero para irse a vivir humildemente a San Petersburgo y, finalmente, huir del mundo académico de las matemáticas que, según él, dejaba que desear en algunos ámbitos.
No admiro a Perelman por esa aparente capacidad para ponerse chulo rechazando premios o porque escogiera vivir humildemente (al contrario, creo que hay que premiar los méritos y el trabajo), pero sí me gusta ese amor por querer llegar a la verdad y querer hacer las cosas bien, lejos del artificio y el reconocimiento público que en su momento relacioné en estas páginas con el postureo y narcisismo que nos rodea en redes sociales. Eso sí, por más que Perelman me dé una tremenda envidia sana (si es que tal cosa existe) jamás se me ocurriría decir que es injusto que haya recibido tanto reconocimiento y premio (rechazados) porque, claro, él, talento aparte, ha estudiado matemáticas casi a tiempo completo desde muy joven.
Me he criado en una familia con dos nacionalidades, la británica y la española, y en mi casa se ha hablado siempre en ambos idiomas. No es de extrañar, pues, que más o menos me maneje en ambas lenguas y el que sufra leyendo estas líneas tiene mi permiso para imaginar que el español es mi lengua floja, aunque la verdad sea otra. No es mi intención opositar a una plaza de traductor de inglés en Bruselas, ni de profesor de inglés, pero creo que nadie se volvería loco diciendo que es injusto que yo oposite a esas plazas porque he estado toda la vida escuchando el inglés y tal cosa constituiría una ventaja injusta.
Muchos de los que escogimos en su momento hacer triatlón a cierto nivel, dejando otras muchas cosas de lado, nos presentamos en la 4ª década de vida con una carrera laboral no deportiva poco desarrollada o nula, sin una hipoteca casi pagada o más o menos avanzada, con una juventud deprivada porque, en vez de salir de farra con los amigos o estar los fines de semana relajados o con tiempo libre entre semana, estábamos machacándonos o machacados de tanto entrenar. No creo que nadie tenga envidia de eso. No creo que mis compañeros de facultad, de los que algunos pueden tener una casa y un puesto en la sanidad ya en propiedad, envidien que yo he estado haciendo el indio con el deporte hasta los 40 y no tenga ni hipoteca ni haya desarrollado profesionalmente mi actividad médica más allá de lo relacionado con el entrenamiento, la rehabilitación de lesiones y conocimientos de fisiología del ejercicio que, dicho sea de paso, son de utilidad muy restringida en el ejercicio de la medicina. Yo no me quejo de todo esto, ha sido gustosa elección propia (y yo sí podía elegir). Para Perelman entender, por ejemplo, la demostración del teorema de Fermat de Andrew Wiles es tan sencillo como quizá pueda serlo para mí en el futuro, clasificarme para Kona como grupo de edad si me apeteciera en unos años... es una de las pocas cosas que me deja el haber dedicado toda una vida al deporte.
No digo que lo vaya a hacer, no tengo interés actualmente en ello, pero año tras año vemos como algunos deportistas que a veces compiten en pro en algunas carreras reciben críticas de otros cuando se clasifican para Kona en grupos de edad. “Es que no es un verdadero grupo de edad", “es que es pro, le está quitando la plaza a un grupo de edad de verdad" podemos leer. Ironman, que, no lo olvidemos, es una franquicia privada, tiene sus propias normas. No hay ninguna que diga que porque hayas corrido pruebas como pro en otras carreras que no sean de Ironman no puedas hacerlo como grupo de edad en las suyas, tampoco exigen un número de horas de “trabajo normal" mínimo a la semana ni años de barbecho “post-pro" antes de poder competir en grupo de edad para no “robarle la plaza a uno de verdad"... tampoco hay ninguna norma que impida correr como grupo de edad a alguien de un talento sobrenatural que se adjudique el slot incluso sin entrenar, por injusta que sea la naturaleza con el trabajo que metemos cada uno. Sin embargo, año tras año vemos afear en redes sociales (una vez más capaces de lo mejor y de lo peor) que algunos que a veces corren como pro saquen plaza como grupo de edad para Kona.
Si alguien quiere rendir como un pro, incluso si es en grupos de edad donde quizá (y digo quizá porque el nivel es altísimo) resulte más fácil sacar el slot para Kona, es muy fácil de conseguir. Simplemente han de dejar su trabajo y la seguridad económica que les proporciona y ponerse a entrenar una pila de horas. También pueden hacer como hacen algunas de las víctimas de estos afeamientos públicos, que no son pros de verdad y que, como alguno que yo conozco, trabajan o han trabajado mientras recibían estas críticas haciendo dos servicios de comida en un restaurante teniendo pareja e hijos. Eso deberán acompañarlo de quitar tiempo a la familia o al ocio para intentar rendir como profesionales o, si tienen algo menos de talento, como pueda ser mi caso, viajar hacia atrás en el tiempo, perderse parte de su juventud mientras se machacan a entrenar, sacrificar desarrollo profesional y hasta personal, olvidarse de tener las mismas cosas en propiedad, de viajar, de hacer un año de Erasmus o de leer libros que le hagan pensar que la vida merece la pena o jugar sin prisa por la tarde con sus hijos y entonces saber de verdad que la vida merece la pena... y todo esto le dejará la jugosa renta de ser capaz de rendir luego más con relativo poco entreno, “una recompensa sin parangón". Como se puede ver, es simple, lo que no se puede hacer es querer unas cosas sí y las otras no, más cuando no se está haciendo nada ilícito. Eso o simplemente reconocer el mérito del que trabaja y se atreve a correr alguna vez en pro.