¿Vatios sí o no? Desde luego que sí, pero con cabeza

El secreto para sacarle el 100% a 
los vatios no está en alcanzar mi máximo
 como si fuera el mínimo exigible a cada 
instante.

Antonio del Pino

¿Vatios sí o no? Desde luego que sí, pero con cabeza
¿Vatios sí o no? Desde luego que sí, pero con cabeza

Sería un contrasentido que un tío como yo renegara de la tecnología aplicada al deporte... porque es mi pasión y mi trabajo. Sin embargo, me da la sensación de que empezamos a ser excesivamente dependientes de accesorios que en cierta manera nos sobre-informan, con datos que previamente ni siquiera sabíamos que existieran y que en ocasiones anulan nuestra atención sobre las cosas prioritarias y limitan nuestro instinto.

Hace muchos años (ahora viene el momento ‘listo que todo lo sabe’), yo ya usaba la medición de vatios en la pedalada, cuando ni siquiera los profesionales lo hacían de manera generalizada. Cannondale me facilitó un medidor SRM que venía de serie montado en una Cannondale SIX 13 del equipo Lampre, en la que descubrí el universo de posibilidades que se me abría para analizar a través del valor objetivo de la potencia la efectividad de la pedalada en todas sus fases, la carga en el entrenamiento, las mejoras aerodinámicas o la efectividad de las modificaciones biomecánicas sobre la bici.

No estoy intentando evangelizar sobre la utilidad del uso de los vatios, porque creo que ya está más que claro. Donde quiero llegar es a cómo esta aportación de la tecnología ha ido cambiando dentro de mi vida como deportista para al final incluso ayudarme a mantenerme en el camino de la vida deportiva. He visto cómo, a medida que mis circunstancias han ido cambiando... mi visión sobre la utilidad de los medidores de potencia también lo ha hecho. Como pasa con todo lo nuevo que ‘mola’, reconozco que en un primer momento me obsesioné un poco (bastante) y cuando salía a pedalear (en aquella época, casi a diario), todo acabó girando en torno al valor de los vatios. Me encontré arriesgando a toda velocidad para no bajar el dato, saltándome semáforos o no esperando a un amigo que se había quedado descolgado. ¡Menudo imbécil estaba hecho! Esperad, que el tema empeora. A base de vigilar el dato de los vatios a cada instante, empecé a aprenderme la cifra en cada metro de cada kilómetro y claro, como suele pasar, el valor que siempre usas como referencia es el que te ha salido mejor... y no veáis qué amargura de vida a pedales, porque todo deportista sabe que al mejor día del año le preceden otros 364 de esfuerzo.

Para mí el ciclismo pasó de ser el deporte que me dio la libertad... a ser una cifra numérica con una ‘W’ a continuación. Con el uso de vatios, aprendí mucho del ciclismo y, sobre todo, de mí... cosa que no ha dejado de suceder. Pasaron los años. Y la vida misma me fue alejando poco a poco del sacrificio y de la atención plena por el deporte, para dejar que entrasen otras cosas como una carrera laboral, formar una familia y explorar otras aficiones, como fue la llegada del triatlón a mi vida. Con el tiempo, aparecieron de nuevo los vatios en escena, ya como herramienta de uso más popular, hasta convertirse en el valor de referencia actual. Después de aquella época, no sería honesto negar los escalofríos que sentía ante la idea de tener que enfrentarme de nuevo a la cruel realidad del vatio, sobre todo ante la consciencia de que no era ni por asomo el deportista que era cuando lo usaba a diario. La obligación manda y para mi sorpresa, tampoco estaba tan mal de forma. De hecho, en algunos momentos pude recuperar mejores cifras que con 24 años. Contento, casi entendía que ese nivel ya estaba en mí por derecho. Como no recopilaba ningún dato, tampoco era consciente de que aunque fuera de una manera más libre, seguía montando mucho en bici. Enseguida me di cuenta de que entraba en la misma espiral de ir mirando más al manillar que hacia adelante... y corté por lo sano. Fuera vatios y vuelta a la liberación de pedalear por sensaciones.

El problema de apostar por la relajación es que también puedes caer en el exceso, y pasado el tiempo, al volver a encontrarme con los vatios... me quedé un poco escandalizado al darme cuenta de que tenía una visión demasiado optimista de mi estado físico y me había abandonado más de lo que nunca había imaginado.

Estar en buena forma es un objetivo que me permite disfrutar haciendo deporte, no con una finalidad competitiva ni para ganar a nadie. Para eso, esta pantalla y yo (tantos años de conflicto después) ahora nos hemos convertido en amigos inseparables. El secreto para sacarle el 100% a los vatios no está en alcanzar mi máximo como si fuera el mínimo exigible a cada instante, sino en que me sirva para no dejarme caer a un mínimo en el que no me gusta verme. Esta es mi respuesta a la pregunta que me llega a diario de: ¿vatios sí o no? Desde luego que sí, pero con cabeza...