Susana Rodríguez, una historia de barreras y sueños

Susana Rodríguez tiene una deficiencia visual grave debido al albinismo, una condición genética que afecta, de media, a una de cada 17.000 personas y que da lugar a la falta de pigmento en pelo, piel y ojos.

David Ramiro

Susana Rodríguez, una historia de barreras y sueños.
Susana Rodríguez, una historia de barreras y sueños.

Susana Rodríguez nació en 1988 en Vigo. Sus padres eran gente de campo y su familia no tenía ninguna tradición deportiva, pero a su hermano y a ella les inculcaron los valores del deporte desde temprano. Susana tiene una deficiencia visual grave debido al albinismo, una condición genética que afecta, de media, a una de cada 17.000 personas y que da lugar a la falta de pigmento en pelo, piel y ojos. Tiene un resto visual muy pequeño y por el ojo izquierdo ve un poco más que por el derecho, por el que no ve nada, algo que no le hace perder su sonrisa; ni un carácter positivo capaz de doblegar muchas barreras. “Esto no es un obstáculo, sino una cualidad más. Una razón para luchar con fuerza por alcanzar todos mis sueños”, confiesa. A los cuatro años aprendió a nadar en una piscina cercana a su domicilio y con diez, gracias a una profesora del colegio, participó en unos Juegos Escolares, en Madrid, después de que vieran sus aptitudes para el atletismo. “Tengo un recuerdo genial de esa experiencia, porque además gané un oro en 800 metros y un bronce en 60. Me encantó el mundo de la competición y poder convivir con otros niños con discapacidad visual. Ver a más gente en la misma circunstancia fue algo muy interesante”, apunta Susana. La deportista gallega vive entre Vigo, donde lleva a cabo sus entrenamientos, y Santiago de Compostela, pues trabaja como médico en el hospital de la ciudad. De una a otra  localidad va casi a diario en un trayecto que en tren dura cincuenta minutos.

La medicina es su trabajo, pero el deporte es su pasión: “Acabé en el triatlón de pura casualidad porque hasta 2008 siempre había hecho atletismo. Para los Juegos de Pekín tenía la mínima A para competir, pero éramos siete y España tenía seis plazas. Me quedé fuera y la desilusión fue tan grande por la apuesta que había hecho que dejé dos años de hacer deporte”.

En cuanto lo vi me lo planteé como un reto. Conseguí una bicicleta prestada, que era muy pesada, un tándem, y competí con una amiga. La sensación de velocidad me gustó mucho y me enganché.

Se centró en estudiar y dos años después, al ir a ver los resultados de unos amigos triatletas que estaban en un centro de tecnificación, se metió en la web de la Federación Española y vio la pestaña de ‘para-triatlón’. No era un deporte paralímpico aún –entraría en Río 2016–, pero se motivó y comenzó a practicarlo.

Primero fue un Campeonato de España de Duatlón. “En cuanto lo vi me lo planteé como un reto. Conseguí una bicicleta prestada, que era muy pesada, un tándem, y competí con una amiga. La sensación de velocidad me gustó mucho y me enganché”. Para practicar triatlón necesitaba una compañera de viaje, una guía que la ayudara en competición. Primero fue Maialen Noriega, después Mabel Gallardo y actualmente Paula García. “Un cambio fue por motivos personales, no para bien, y otro porque Mabel quería ser madre y se puso en contacto con Paula, que era amiga suya”, desvela Susana, que explica que en triatlón es “obligatorio que el guía sea del mismo sexo porque en la bici el guía contribuye al esfuerzo y si fuese posible todas tendrían chicos y sería un hándicap”.

La rutina de trabajo de Susana se basa en cuadrar horarios. Depende del transporte público o de terceras personas para que la ayuden con los desplazamientos. “Aquí si pierdes un tren igual hasta dos horas después no pasa otro. Lo más difícil es coordinar todo para llegar a un sitio”, puntualiza. Susana trabaja de 8:00 a 15:00 todos los días y cuando compite a veces pide vacaciones o, si es con la selección, pide permiso ajustándose a la Ley del Deporte.

En 2016 cumplió un sueño al disputar los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro, en los que quedó quinta, pero su progresión era imparable y ya luce en su palmarés medallas como campeona de Europa y del mundo. Sus esfuerzos están enfocados al triatlón, aunque en 2019 cumplió otro sueño que se le frustró hace años. Compitió en el Mundial de Atletismo Paralímpico de Dubai y quedó cuarta, con Celso Comesaña de guía, en los 1.500 metros de la clase T11. Además, también se convirtió en la primera atleta ciega europea que baja de los veinte minutos en los 5.000 metros.

En el triatlón tienes que estar a un nivel alto en todas las disciplinas. Antes había menos nivel y podías flojear en algún segmento, pero ahora mismo se ha llegado a un punto en el que tienes que ser la mejor en todos.

“En Vigo entreno con Celso y con mi entrenador Luis Piña, aparte de los chicos que me ayudan a sacar el trabajo diario. Paula vive en Madrid y nos vemos solo para competiciones”, apunta Susana, que ahora reparte su tiempo entre el triatlón y el atletismo, pensando en los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020, a los que espera concurrir en ambas disciplinas si los calendarios de competición no se solapan.

“En el triatlón tienes que estar a un nivel alto en todas las disciplinas. Antes había menos nivel y podías flojear en algún segmento, pero ahora mismo se ha llegado a un punto en el que tienes que ser la mejor en todos. Suelo hacer cinco sesiones de natación a la semana, cuatro de carrera y bici y tres de gimnasio. En el atletismo es más localizado al trabajo. Todos los deportes son duros, pero el triatlón requiere tiempo”, matiza. Medicina y deporte van de la mano en la vida de Susana Rodríguez, todo un ejemplo de superación y un reflejo de cómo a veces la vida recompensa el esfuerzo y la fuerza de superación en la búsqueda de grandes objetivos.