Son las 7:45 de la mañana y los primeros rayos de sol empiezan a iluminar la cofa situada en lo más alto del mástil que, como si de un barco pirata se tratase, se erige sobre la terraza superior de “El Enebral”, un chiringuito de playa situado entre Punta Umbría y El Portil, que en esos días de mediados de agosto rebosa vida en las horas centrales del día. Pero a estas horas el bullicio aún no ha comenzado y las gaviotas y algún pescador solitario son los únicos testigos de nuestras maquinaciones.
Acabamos de aparcar la Mercedes Vito (cortesía del Grupo Adarsa, patrocinador del protagonista de este relato) sobre la arena que bordea este primer emplazamiento de nuestro recorrido, y Víctor Seco, el fotógrafo que ilustra estas páginas, ya se afana en preparar los diferentes objetivos de su Sony A7 III que “pluriempleará” durante toda la jornada. “¡Vamos, que hay que aprovechar esta luz!”, nos apremia al resto.
Miguel Cartagena (digamos que “director de producción” del asunto) acaba de llegar en la impoluta Vespa roja que nos han prestado para nuestros cometidos, con la que ha recorrido los casi 20 kilómetros desde Huelva en bañador y cangrejeras, algo que él mismo se encargó de desaconsejarnos posteriormente para esas horas intempestivas. Yo, “escaquista” profesional, me había acoplado previamente en el asiento del copiloto de la furgoneta conducida por nuestro anfitrión. “Así voy montando el gimbal de camino”, me excusé.
Así que aquí estamos los cuatro: Emilio Antonio Martín Romero y los que somos parte del equipo que le ha acompañado estos últimos dos años y medio de su andadura en el deporte profesional, dispuestos a contar su historia.

La excusa de nuestra expedición al sur de la península -como si la necesitásemos- y nuestro propósito durante ese par de días a orillas del Odiel ha sido la producción de un mini-documental que permita conocer un poco más al hombre convertido en santo y seña de su deporte, una pieza audiovisual que será estrenada paralelamente a la publicación de estas páginas donde se resumen, negro sobre blanco, algunos extractos de lo que dieron de sí las charlas y confesiones que tuvieron lugar.
Así que retomando nuestras maniobras de aquel miércoles de agosto… una vez que Víctor hubo desmontado y vuelto a armar correctamente el gimbal, corrigiendo mi más que previsible estropicio, nos ponemos manos a la obra. Lo primero, unos planos recurso de Emilio sobre su bicicleta Stevens en uno de los tramos que lleva recorriendo desde hace algo más de una década, cuando con 29 años comenzó a trasvasar sus dotes de destacado mediofondista (3:39.92 en 1.500 metros) hacia el esfuerzo combinado de la carrera a pie y las dos ruedas. Una conversión que superó con creces cualquier expectativa. “Esto empezó siendo un juego para acabar convirtiéndose en mi medio de vida. Soñaba con conseguir ser internacional con la selección española, pero ni por asomo esperaba conseguir lo que he conseguido”. Y, a decir verdad, sería oportunista decir que alguien lo vaticinaba: dos veces campeón del mundo de duatlón, cuatro veces subcampeón y una vez tercero, cuatro medallas en Campeonatos de Europa y siete títulos nacionales. Un palmarés que apabulla incluso sintetizado en un par de líneas, y que le convierte en el duatleta español más laureado de la historia.
Tras este primer encuentro con el asfalto que aún el sol no ha abrasado, volvemos a ese lugar que “Emi” ha convertido en una suerte de lugar de culto donde tantas y tantas mañanas, tras algún entrenamiento tempranero de carrera a pie, pide su café con leche, zumo de naranja y tostadas con tomate y jamón: el desayuno de los campeones que, en su caso, no es una expresión manida.

Emulamos esa misma rutina antes de avanzar a nuestro siguiente escenario. Un paseo por la extensa playa de la Bota nos vale para repasar su trayectoria y las implicaciones que esta ha tenido en su vida. “Yo le di mucho al deporte en mi época de corredor de 1.500 metros, y el atletismo no me lo devolvió en cuanto a resultados se refiere. El duatlón me lo ha devuelto con creces”, cuenta mientras caminamos descalzos sobre la linde que dibujan las olas en la arena. Y eso que su nivel de autoexigencia no siempre le ha permitido disfrutar debidamente cada éxito, sino que lo valora “después, con el paso del tiempo. Ahora mismo si voy a un campeonato y consigo el resultado que esperaba me digo ‘el trabajo está hecho’. Creo que dentro de unos años, cuando me retire del duatlón y eche la vista atrás será cuando valore y disfrute todo logrado”.
Cambió Emilio de tercio en aquel 2011 y también ha ido evolucionando su “nuevo” deporte en estos últimos años. “En algunas facetas ha mejorado. Vas a un campeonato de España o un campeonato del mundo ahora y el montaje, estructura y la organización de estas competiciones se ha profesionalizado muchísimo. El nivel también ha mejorado con respecto a lo que había anteriormente, ya que hay más gente dedicada profesionalmente al duatlón en otros países. Pero en cuanto a repercusión y volumen de participación está aún algo estancado y creo que desde las propias federaciones, nacional en este caso y también internacional, debería haber una apuesta mayor por el duatlón para que creciera como creo que debería de hacerlo. Yo he puesto mi granito de arena como deportista, consiguiendo resultados e intentando poner el duatlón en el mapa deportivo”.
Y vaya si lo ha puesto. El planisferio convertido en su sala de recreo. Pero, ¿cómo se mantiene a lo largo de los años el hambre competitiva para seguir aumentando las conquistas? “Me ha costado”, reconoce. “Con mi primer título de campeón del mundo en 2012 yo ya tenía mi ego más que cubierto. Es verdad que después, en la propia competición no me gusta que me ganen, pero en el día a día no me ha sido fácil mantener la motivación por muchos motivos. Al final este es un deporte que está poco profesionalizado y es complicado conseguir una cierta estabilidad económica, si es que la he tenido en algún momento, y eso también influye negativamente”.

Un retorno moderado en lo económico pero muy generoso en lo afectivo, de lo que Emilio se enorgullece. “Me siento muy reconocido. Ese dicho de que ‘nadie es profeta en su tierra’ conmigo no se cumple. Aquí en Huelva se me quiere mucho, salgo a la calle a entrenar y la gente me anima por mi nombre… Eso reconforta mucho. A nivel institucional, desde la Diputación de Huelva he tenido siempre un apoyo constante que ha permitido que yo haya podido seguir dedicándome a esto de manera profesional. Y tengo un estadio de atletismo que lleva mi nombre, estando aún en activo. ¿Cuántos deportistas pueden decir eso en su casa?”.El Estadio Iberoamericano “Emilio Martín” es nuestra siguiente parada. Tras secarnos los pies, calzarnos y recoger los bártulos, ponemos rumbo de regreso a Huelva capital, y nos adentramos en el coliseo talismán del mediofondo y fondo español que desde 2016 luce majestuoso en su entrada el nombre y primer apellido de uno de sus ciudadanos más ilustres. Acomodados en el graderío blanquiazul de su tribuna principal, continuamos el coloquio.
“Este estadio se construyó en 2004 después de muchos años de lucha para que tuviéramos una pista de atletismo aquí en Huelva, ya que éramos la única capital de provincia que no la tenía, y yo jamás hubiera podido imaginar que algún día tendría mi nombre ya que hay muchísimos otros que lo hubieran merecido tanto o más que yo, pero me ha tocado a mí y es un honor muy grande”.
Una instalación donde él mismo se forjó como mediofondista. “Mi primera aspiración como atleta era romper la barrera de los 3:40 en 1.500 metros, luego ser internacional con la selección española, cosa que logré en un Campeonato Iberoamericano en Puerto Rico en 2006, y después tuve otra serie de ambiciones que no se cumplieron nunca y que, en definitiva, me hubieran permitido ser atleta profesional”.
“Viví constantemente con esa frustración”, recuerda cuando le pregunto por aquellas cotas que nunca pudo alcanzar. “Veía que hacía tiempos entrenando que indicaban que podría haber corrido aún más rápido, pero quizás esa obcecación fue lo que me acabó lastrando en la pista. Quizás esa conclusión se obtiene cuando se adquiere una mayor madurez, que a mí no me llegó cuando me dedicaba al atletismo pero sí después cuando me he dedicado al duatlón”.
La transición entre ambos deportes venía ya de antes de aquel 2011 en el que se proclamó en Soria por primera vez campeón de España de duatlón. “Yo empecé en 2006-2007 a competir en algunos duatlones locales y regionales de manera esporádica, entre la temporada de pista cubierta y la de aire libre, que además me sirvieron en algunos momentos para mantener la motivación que me iba fallando ya en mi época de atleta, consiguiendo resultados bastante buenos. Aparte, siempre he sido un gran seguidor del ciclismo. En 2010 necesitaba un cambio. Empecé a coger la bici y la verdad es que se me dio bien prácticamente desde el minuto uno. El nivel que tenía de carrera junto con un nivel más que aceptable en bicicleta desembocó en que gané el Campeonato de España en mi primera participación y con solo tres meses de preparación específica, algo que no era buscado, ni mucho menos”.
Hasta entonces, los dos últimos años la preparación de Emilio había estado dirigida por el sevillano Paco Gil, compartiendo grupo con mediofondistas como Kevin López, Luis Alberto Marco o Mauri Castillo, aunque su primer formador como atleta y quien ocupa un lugar de privilegio en la memoria del onubense es su paisano Manuel Pulido. “Al principio no lo toleró bien, ya que Pulido es un purista del atletismo y a él eso de compaginar atletismo con bicicleta… no le parecía buena idea. Luego, con el tiempo, se ha dado cuenta de que yo era feliz haciendo otra cosa y que los resultados me han ido avalando, por lo que no le quedó mas remedio no solo de aceptarlo sino incluso de animar él después a más gente a compatibilizar el atletismo con otros deportes, cosa que para él antes era un sacrilegio”.
Pero la exitosa metamorfosis vino necesariamente acompañada de nuevas manos expertas que forjaran ese talento latente, responsabilidad que recayó en el preparador balear de triatletas Iván Muñoz a partir de la primavera de 2011. “La preparación de ese primer campeonato de España de duatlón me la llevé prácticamente yo solo, pero a pesar de quedar campeón, entendí que si quería seguir progresando como duatleta necesitaba a un entrenador especializado en este deporte, pero yo tampoco quería perder mi vínculo con el atletismo. Iván había sido entrenador de Mario Mola cuando fue campeón del mundo júnior de triatlón y a su vez internacional con la selección española de atletismo, por lo que era alguien que conocía ambos mundos”, relata. Aunque reconoce que se encontró con los recelos iniciales del que sigue siendo su actual mentor. “Hablé con él, pero no terminaba de verlo con muy buenos ojos. Cuando alguien quiere entrenar con él, Iván necesita asegurarse de que esa persona está realmente interesada y comprometida con su plan, pero empezamos en mayo de aquel año y mal no nos ha ido, desde luego. Aparte de los resultados logrados con él, me llevo a un gran amigo”.
Aprovechando el olor a tartán que desprende el remozado sintético del estadio a esas horas del mediodía, no nos levantamos de nuestras butacas sin antes hablar de las deudas pendientes con el deporte rey. “Esto es algo que me cuesta asimilar pero que no me queda más remedio que ir aceptando y es que los años van pasando y aunque me encuentre bien y me vea joven todavía, cuando me pongo a correr en la pista o en la carretera, cada vez es más difícil mantener los tiempos de antes. Me gustaría bajar de 29 minutos en un 10 000, ya que creo que he tenido capacidad para hacerlo; me gustaría bajar de 14 minutos en 5000, que por circunstancias tampoco lo he hecho; me gustaría hacer una marca en medio maratón acorde al nivel que he tenido, rondando 1 hora y 3 minutos; o hacer 2:13 - 2:14 en maratón. Me gustaría cumplir con alguna de ellas antes de terminar este 2021, pero realmente no sé si voy a ser capaz”, se sincera. “Tampoco pasa nada si no lo consigo, por lo hablado anteriormente: el duatlón me ha devuelto todo aquello que creo que el deporte me debía”.
Nos despedimos de Javier Aznar, jefe del Servicio de Deportes de la Diputación de Huelva, que con toda la amabilidad nos ha abierto las puertas de su casa de par en par - ya que Emilio aún no tiene las llaves de “su” estadio -, antes de abandonar el recinto y proseguir con nuestro itinerario.
Tras reponer fuerzas, un pequeño descanso y la captación de nuevas secuencias cinemáticas de nuestro abnegado anfitrión recorriendo a dos ruedas las marismas a las afueras de la ciudad, nos dirigimos de nuevo hacia Punta Umbría para aprovechar la cortesía de los dueños de “El Enebral” que nos han preparado un set en un emplazamiento privilegiado de su terraza desde donde a media tarde ir viendo la caída del sol y ahondar en las últimas reflexiones de un Emilio que ya se ha zafado del maillot y el culote y ahora viste una impecable camisa blanca. Frente a él, en la mesa que sostienen nuestros cafés, lucen las dos medallas de oro mundiales que dan pie a retomar el diálogo.
“¿Qué se siente al ser el mejor del planeta en algo?”, le digo. “Sinceramente, no me considero el mejor del planeta haciendo duatlón. Creo que fui el mejor en ese día en concreto. El primer oro mundial (Nancy 2012) fue una sorpresa, ya que mi expectativa era hacer un top-10 si salían las cosas bien. El segundo título (Adelaida 2015) sí era más esperado dado que ya tenía un bagaje de varias medallas internacionales y fue una satisfacción enorme por cómo lo hice, ya que me escapé en el segmento de bici que hice en solitario y creo que fue bastante meritorio”, reflexiona.

“Soy una persona muy cabezona y muy constante. Me gusta mejorar con respecto a mí mismo e ir creciendo, hacer las cosas lo mejor que sé. Soy bastante perfeccionista, aunque después no haga las cosas perfectas, pero yo intento siempre dar la mejor versión de mí mismo”. Ahí lo llevas.
Emilio, convertido en padre de familia, compagina a día de hoy sus obligaciones familiares con las profesionales con la mayor naturalidad. “Lógicamente un deportista profesional requiere de un cierto descanso que le permita realizar con garantías y asimilar todo el entrenamiento que va realizando. Pero con organización y sobre todo la ayuda de mi familia, mis padres, mis suegros y por supuesto de Alba, mi mujer, que se sacrifica bastante para que yo pueda entrenar y sobre todo descansar en condiciones, he podido lograrlo hasta ahora”, cuenta.
Pero no todo ha sido un camino de rosas. El año pasado se produjo uno de los momentos más emotivos y a la vez difíciles en la vida deportiva de Emilio, con la celebración del Campeonato de Europa de duatlón en Punta Umbría, en gran medida como homenaje a su figura. “Traer aquí el Campeonato de Europa supuso una motivación grandísima, se me ponen los pelos de punta pensando en ello. Fue una satisfacción enorme que mis compañeros y rivales pudieran venir a mi casa a competir, por las calles por las que yo entreno, que se sumara además gente como Alistair Brownlee… fue algo increíble”, rememora.
Pero una semana antes de su disputa recibió dos reveses que le impidieron disfrutar del acontecimiento como hubiera deseado. “Fue un palo. Preparé ese campeonato con mucha ilusión y dos semanas antes estaba en un estado de forma como no había estado nunca, pero un problema en teoría cardíaco, que luego resultó no serlo, me privó de poder entrenar con normalidad esas últimas dos semanas y llegar al campeonato con bastante miedo. Una semana y media antes estaba en observación en una cama de hospital y luego tuve que hacer varios viajes a Madrid a pasar revisiones. Además, a mi padre le acababan de detectar un cáncer, estaba ingresado y le dejaron que saliera del hospital el día de la carrera para verme competir. Yo sabía que su situación era bastante delicada y me hubiera gustado dedicarle un resultado mejor… pero el deporte y la vida en general es así y ese día me tocó vivir el lado más amargo. He visto una sola vez la repetición de la carrera en televisión, obligándome, y no creo que vuelva a verla nunca más”.
No hubo más actividad competitiva durante el resto de 2020, pero sí la está habiendo por fin en el presente año, y la gran cita universal del duatlón recalará de nuevo en España, en Avilés, el día 6 de noviembre. Emilio acudirá como capitán del equipo nacional a su décimo Campeonato del Mundo con 39 años. “No pude llegar en un estado de forma óptimo al Europeo de Rumanía que tuvo lugar en julio, pero en Avilés me encantaría estar peleando de nuevo por las medallas. Ganar cada día es más difícil para mí, pero al menos firmo tener una preparación óptima para rendir al nivel que creo que tengo que rendir. Además, me consta que este campeonato, aunque sea en Avilés y no en Punta Umbría, se ha traído también en parte por mi persona, ya que inicialmente se iba a disputar en Holanda, así que tengo muchas ganas de volver a competir en un Mundial y que sea aquí en España”, comenta ilusionado. “Mis recursos van bajando y el nivel de mis competidores subiendo, pero si yo no creyera que fuera posible subir al pódium no entrenaría como lo estoy haciendo”, sentencia.
En la localidad asturiana, que ya acogió esta competición en 2016, partirá como indiscutible favorito el francés Benjamin Choquert, vigente campeón del mundo y de Europa. “Además de Choquert, cualquiera de la selección francesa puede hacer un buen papel. También tendrán opciones el belga Arnaud Dely, que es uabn chico joven que viene apretando bastante fuerte, el franco-marroquí Jawad Abdelmoula, algún británico, algún triatleta que se apunte, y las sorpresas que a veces suelen producirse en este tipo de campeonatos de gente con menor currículum.”
¿Y tras Avilés? “Yo creo que gasolina me queda para uno o dos años más; otra cosa son las ganas de seguir entrenando al máximo nivel para rendir en campeonatos internacionales. Llevo diciendo desde 2016 o 2017 que ese iba a ser mi último año y aquí sigo”.
El DJ vuelve a elevar el sonido del suave Deep House que ha amenizado nuestros quince minutos de charla y la posición del sol abatiéndose sobre el Atlántico nos urge a apresurarnos si queremos llegar a aprovechar sus últimos rayos desde el Muelle de Río Tinto, de nuevo en la ciudad.

Enfundado en camiseta de tirantes y pantalón corto, el niño que quiso triunfar como atleta, el corredor que se pasó al duatlón y el deportista que se convirtió en leyenda, galopa sobre la tarima de madera del emblemático enclave que nos sirve para despedir al día y al lector... que puede ver el mini-documental íntegramente a continuación...