Después de tantos entrenamientos el haber sido capaz de llegar a la cita preparado ya era motivo más que suficiente para sentirme ganador. Pero aún faltaba lo mejor, disfrutar de la competición. Ese día, la carrera me pondría en mi sitio; había entrenado mucho, estaba preparado, pero no sabía realmente qué sería capaz de hacer en carrera y cómo iba a ser mi comportamiento en ella. Ya quedaban pocas horas para comprobarlo y eso hacía que mis nervios y ansiedad fueran creciendo. Estaba con muchas ganas y con toda la ilusión del mundo por tener mi primera toma de contacto con el triatlón.
He de confesar que la experiencia ha superado todas mis expectativas, Estos días de preparación han sido muy intensos… no sólo por todo el tiempo que he tenido que sacar para dedicar a las tres disciplinas, sino por lo que he disfrutado a lo largo de la preparación . Y todo gracias a la gente que me ha rodeado y me ha estado ayudando; ¿quién sigue pensando que este es un deporte individual? ¿Qué habría sido de mí sin todos esos amigos que se han volcado conmigo y que han estado ahí, mostrando su apoyo y ayudando a mejorar los muchos defectos que tengo y que necesitaba pulir? Como por ejemplo Molina, quien ha conseguido que abandonase definitivamente los manguitos. Estoy seguro de que no lo habría conseguido sin ellos. ¡Gracias a todos por vuestra ayuda y paciencia infinita!
SWIM
El día de la carrera fue un día de esos bonitos que siempre permanecerán en la memoria. Siete semanas intensas que finalizaron en apenas 4h13′35″.
Las sensaciones fueron increíbles en todo momento, desde el día previo preparando todo, hasta los dolores y el cansancio que llegó después de la prueba. ¡Me gustó todo! Y lo disfruté desde el primer metro en el agua hasta el último de la carrera en la plaza de Riaza. El día previo acudí a la recogida de mi dorsal, y fue curioso porque me dieron el número 11, el mismo dorsal con el que conseguí mi primera victoria en una carrera con tan sólo 11 años. Ya era un buen presagio, así que le pegué el número mágico a mi Venge y, no sin cierto recelo, porque como he dicho la quiero de forma especial, la dejé en boxes preparada para la batalla.
Tras un buen madrugón, a las 04.45 ya estaba en pie, y después de desayunar con tres horas de antelación a la prueba, como dicen los expertos y mi propia experiencia, estaba listo para afrontar mi desafío.
A las 8.00 era la salida, y antes quedaba por dejar en la T2 todo preparado para la carrera. Muchas cosas por hacer, muchas experiencias nuevas y con una edad a la que cuesta que algo así suceda, haciendo todo esto por mi primera vez.
Por megafonía nos reclamaban: “Nadadores con gorro naranja ¡al agua!” Tras el bocinazo de salida y unos primeros metros de dudas, fui poco a poco encontrando mi propio ritmo, y en cada brazada me sentía mejor. La primera vuelta pudo ser muy mejorable, pero en la segunda me encontré bien. Intentaba ir concentrado, sin agobios, repitiéndome el mensaje de “nada bien, nada tranquilo y nadarás más rápido”. Trataba de alargar la brazada más y más, sin prisa, sin pausa, deslizando, intentado no tragar agua, alejándome de broncas (que en el agua no se respeta a nadie), con ganas de ir más rápido pero controlando en todo momento el ritmo.
Cuando levanté la cabeza y veía que llegaba a la rampa final todavía fui capaz de acelerar mi frecuencia. Mi amigo Molina ha conseguido un pequeño gran milagro conmigo. Estaba acabando y no lo había hecho mal; llegué a la rampa y cuando quise comenzar a correr me sentí mareado, mi cuerpo no me obedecía e iba de un lado a otro. Tuve dificultades reales para subir la escalera, pero fueron tan sólo unos segundos, ya que comencé a correr en busca de mi Venge mientras me iba quitando el neopreno.
No fue una mala transición, incluso mantuve la serenidad para escuchar a otro amigo, Rafa, que me gritaba: "Chema, vas el 34, muy bien". Decidí que saldría con calcetines en la bicicleta, ya que en carrera iban a ser necesarios por las altas temperaturas y la distancia, demasiados kilómetros y mucho riesgo de ampollas, así que preferí hacerlo en la T1.
BIKE
Desde mi corta experiencia, posiblemente dentro de unos años piense lo contrario, hay un momento clave en la T1: las primeras pedaladas. Tuve la gran suerte de sentirme fuerte nada más subirme a la bici. Puede que esperara salir hecho una piltrafa, pero sea como fuere, me encontraba bien. Tenía claro que era un circuito duro en el que no lo podía dar todo en la primera parte. La segunda vuelta me podría resultar demasiado dura y había que hacer esa primera vuelta con cabeza.
Durante el recorrido me pasaba gente que iba muy acoplada, sobre todo en llanos y cuestas abajo. En las subidas era yo el que hacía más camino. En un punto del recorrido me crucé con los primeros y veía lo rápido que iban. Tampoco me desanimó verles, mi guerra era otra, aunque honestamente pensaba que todavía podía entrar en carrera, competir contra mí mismo y por qué no contra otros rivales. Era cuestión de seguir pedaleando y esperar mi momento.
Antes de comenzar la segunda vuelta en bici pude ver a Paula, Nicolás, Daniela y Nuria. Me di cuenta cuando ví sus caras; durante unos segundos alucinaron viendo a un Chema distinto. Era un Chema sobre dos ruedas.
Yo sufro como todo el mundo y en ese punto empezaba a estar tocado. Mi familia está muy acostumbrada a animarme y yo a que me animen, pero este escenario era distinto y sus ánimos también, estaban mucho más divertidos que de costumbre y verles sonriendo así hizo que las energías volvieran nuevamente a mí, al menos durante un rato.
Comí, bebí, y tomé geles durante todo el recorrido en bici: dos barritas, dos geles (uno con cafeína y otro sin) y dos bidones, uno con Iso Energy y el otro con Total Recovery, todo de mi marca Victory Endurance. Tuve la suerte de no pinchar y de no sufrir averías, aunque también había entrenado previamente cómo se debían cambiar rueda y cámara con la gente de Specialized.
Mi familia también fue una pieza clave, con sus ánimos, en cada una de las vueltas. Nicolás estuvo muy nervioso durante toda la carrera, creo que estaba preocupado porque su padre no tenía buena cara y tampoco iba con los primeros. El último tramo del sector de la bici era tremendo, cuestas con pavés antes de llegar a la T2. Cuando tuve que bajarme de la bici no sabía qué tenía que hacer. Tuve un momento de abstracción producto del relax que da el saber que has acabado de pedalear y… ¡se me había olvidado todo!
No es fácil permanecer concentrado durante toda una prueba tan larga. Siempre hay momentos en los que sin querer te evades, te vas a tus cosas y luego vuelves a la carrera. Hay que tener cuidado de no liarla con esos despistes. Afortunadamente espabilé rápido, volví a concentrarme, me quité calas y me baje de la bicicleta con bastantes dificultades.
RUN
Mis sensaciones eran horribles. ¡No era yo! No podía apenas andar y las sensaciones no se parecían a ninguna transición que hubiera hecho en las semanas previas. Estaba arrugado de ir en la bici, así que me puse a trotar hasta llegar a mi box. Con calma me cambié de zapatillas, me quité el casco, y poco más. Ahora venía mi sector; realmente no buscaba exhibirme ante nadie, sino descubrir cómo me había afectado la natación y la bici en lo que mejor sé hacer, correr.
Tras unos primeros metros en los que me costaba el simple hecho de mover las piernas, empecé a encontrar mi ritmo. Pero me resultaba difícil correr, iba un poco atrancado. Nuria, mi mujer, me dijo después que desde fuera se me veía muy mal en esos primeros metros, y que ella pensaba que me iba a tocar sufrir. Estaba en lo cierto. Sufrí como un perro, pero como cualquiera de los otros triatletas que estaban allí. Después de más de tres horas de esfuerzo no hay nadie que vaya cómodo, todos sufrimos, cada uno a su nivel pero es igual de duro para todos. Tuve paciencia, no me desesperé y de repente empecé a correr como yo sé. Pasé de ir “roto” a sentir como llegaba mi zancada habitual… y no voy a negar que se me escapó una tímida sonrisa. Empezaba el juego que había planeado, una deportiva y sana caza de triatletas. Cada uno en lo suyo intenta hacerlo lo mejor posible; a mí nadie me había esperado ni en el agua ni la bici, así que tenía que ir muy rápido. Iba a saber cuánto puede remotar un ex runner profesional en un trialtón de media distancia.
Tenía que remontar, quería remontar, y así fue. Cada paso, cada zancada iba siendo mejor que la anterior. Mis sensaciones mejoraban y yo cada vez me parecía más a mí. No paraba de pasar a gente; todos me animaban y yo no dejaba de correr cada vez más y más rápido. No sabía mi puesto pero el objetivo más urgente era el triatleta que tenía delante y luego el siguiente. No fue la media maratón más rápida de mi vida, ni mucho menos, pero sin duda fue la que más corta se me hizo. Por norma general salgo en cabeza y luego somos cuatro o cinco corredores los que llegamos en cabeza al final para disputarnos el podio. Aquí se trataba de ganarme el primer puesto, no de defenderme por no perderlo.
Eran cuatro vueltas a un circuito de 5 km muy duros por el calor, el desnivel y sobre todo por la fatiga acumulada. No tenía muchas referencias; sabía que iba delante y alguien me gritó: “!vas entre los 10!”. Eso me espoleaba más. Perdí un poco la posición porque nos juntamos todos y era difícil saber el puesto en el que iba. Yo solo corría y cuando faltaban apenas 500 metros empecé a saborear lo que había sido ese triatlón media distancia: el agua, la bici y ya estaba casi acabado, 400, 300, 200... apenas un giro y llego a la plaza. En ese momento escucho a Molina y a mi vecino Pepo: “¡tienes al 3 y 4 aquí, los coges!”. El plan era entrar tranquilo, pero al verles cambié mi mirada en un segundo. Sin tapujos, apreté a muerte por cogerles. No me gustan los competidores que siempre se justifican con puestos que nada tienen que ver con la realidad. Las carreras acaban exactamente en la línea de meta, para eso se marca, y es para todos la misma. Después de todo un Half, el tercero, el cuarto y yo, quinto, después de 4h13'35" de esfuerzo, entramos esprintando para acabar separados por tan sólo un segundo de diferencia!
BALANCE FINAL
Estuve muy cerca del podio pero eso no me importó. Quedé quinto en mi debut y prometo que lo disfruté como una victoria. Ya era triatleta, un finisher más y eso me hacía feliz. Habían sido seis semanas intensas, duras pero increíbles, y el resultado final fue como había imaginado: una competición muy dura en la que di todo lo que tenía, obligado incluso a esprintar al final. Por todo esto me siento tremendamente satisfecho. Lo de quedarme a un segundo del podio queda como algo anecdótico. Me quedo con que entrené, viví y disfruté mi primer triatlón como había imaginado. Eso sí es un éxito. ¿Repetiré? Seguro. ¿Un Ironman? Seguro también.
Tengo que dar las gracias a la gente que no dejó de animarme durante todo el recorrido; eso lo hizo todo más fácil. Y también a los corredores que cada vez que coincidíamos me daban un grito de aliento. Esa sigue siendo la mejor de las victorias. Me fui de Riaza satisfecho por muchos motivos: no me ahogué, no me caí de la bici, y corrí lo que me permitió mi cuerpo después del cansancio acumulado.
¿Con qué me quedo? ¡Con todo! ¿Qué fue lo más duro? Posiblemente las transiciones. Salir del agua mareado, sin poder correr en línea recta…o bajarme de la bicicleta y comprobar que apenas puedo andar. ¡Qué gran experiencia! Y sobre todo poder compartirla con tantos amigos. Creo que eso lo hizo todavía más especial. Gracias a todos los que habéis conseguido que este viaje haya sido tan especial, sois muchos y os quiero a todos.