“Mi padre siempre ha sido muy deportista; en cambio yo no hacía nada deporte. Era de los que en las clases de Educación Física en el colegio hace el mínimo o menos. Fue a los 18 años cuando me metí a opositar para bombero a la vez que estudiaba Turismo cuando empecé a entrenar y a ir a carreras populares. En 2004 hice mi primer maratón en Madrid en 4 horas y 40 minutos", nos cuenta Álvaro en su visita a nuestra redacción en Madrid.
Luego vino Sevilla, Berlín, Florencia… y así hasta 7 carreras de 42,195 km. Incluso se atrevió con un Ironman que completó en 12 horas, pese a que su experiencia en bici era mínima e hizo los 180 km de pedaleo con las zapatillas de Running. Pero su vida cambió el 2 de febrero de 2018. “Encendí la chimenea de nuestra casa de campo en Andújar y una chispa saltó al sofá. Yo estaba en la cocina y cuando volví al salón me caí hacia atrás… Espalda, brazos, piernas... el 63% de mi cuerpo resultó afectado por las quemaduras. No sé ni cómo pero caminé un kilómetros hasta la casa de mis tíos. Me llevaron en helicóptero al hospital de Sevilla, donde estuve en coma 10 días".
El temor a las infecciones le tuvo en total aislamiento, comiendo por un tubo por la nariz hasta el estómago y hablando con sus familiares por un teléfono. Su padre corrió el año pasado el Zurich Maratón de Sevilla y le llevó la medalla a su hijo al hospital. “Aunque ahora te parezca imposible, hijo, el año que viene la correremos juntos", le dijo su padre cuando le dio la medalla de finisher.
Álvaro nos cuenta que en el hospital hubo una enfermera que le enseñó muchísimo de la vida. “Me puso el ejemplo de dos personas de 25 años que en el mismo caso, tras un accidente, uno se resignaba a dejar pasar la vida desde una silla de ruedas y otra decidía vivirla desde esa sillas de ruedas y que había salido adelante gracias al deporte. Me habló de la importancia que tiene la resiliencia de los deportistas para salir delante de los golpes inesperados que nos da la vida".
Justo cuando le iban a dar el alta tuvo que luchar contra una septicemia “que casi me manda para el otro barrio". Pero finalmente el 15 de mayo dejó el hospital con 20 kilos (de 80 a 60) y 13 operaciones después. “En casa me pasaba todo el día en la cama boca abajo, menos el rato que hacía el gimnasio. Poco a poco empecé a caminar. El primer día fueron 50 metros escasos y fue como un maratón de duro". Le ha costado meses de recuperación, pero ahora ya entrena para hacer realidad lo que le anticipó su padre: que correrían juntos el Maratón en Sevilla en 2019, algo que hicieron el pasado 17 de febrero.
Allí, pese al dolor de las cicatrices, pudo alcanzar una medalla de finisher bajando de 4 horas, esta vez sufriendo porque lo había elegido él y no por las circunstancias del destino. “Al terminar fui al hospital para llevar la medalla, que espero represente la esperanza para que los que pasaron por el infierno que yo pasé, y que mi historia únicamente sea la historia de alguien al que le dijeron que no podía, pero se negó a aceptarlo y cambió su destino, como todo el mundo es capaz de hacer creyendo en uno mismo".