Éste es el análisis que hace Gwen Jorgensen cuando se acerca el primer aniversario de la consecución de su oro olímpico...
"Hace cinco años me convertí en triatleta olímpica. Fue un momento agridulce. Por un lado, me hizo sentirme orgullosa de estar en unos Juegos; por otro, me dejó bastante triste. Di lo mejor de mí para estar y competir en Londres, pero durante el segmento de la bici pinché. Fue un momento difícil para mí. Y para Patrick. Éramos una pareja relativamente nueva y acabábamos de empezar a vivir juntos. Nunca me había visto tan triste. Pero tenerlo allí me permitió recuperarme anímicamente y volver a concentrarme en los Juegos de Río. Debido a mi depresión post-Londres y por lo que he leído y escuchado de los demás, pensé que era inevitable volver a sufrirla después de los de Río. Como triatleta profesional, me preparo durante mucho tiempo para que todo mi potencial salga en un solo día, con el consiguiente estrés emocional y físico. Las posibilidades de éxito son escasas, pero eso es lo que hace que el esfuerzo valga la pena.
De modo que sabía que podía fallar y asumí, sin importar el resultado, que volvería a sufrir depresión. Sin embargo, después de Río no llegó. La victoria me dio la libertad de conseguir mi otro sueño: tener un hijo. Actualmente estoy embarazada y en mi "permiso de maternidad". En cuanto nazca el bebé, volveré a trabajar, a prepararme para Tokyo 2020. De momento, estoy aprovechando para caminar, visitar a mi familia y amigos, comprar nuestra primera casa y ver a Patrick en sus carreras de ciclismo. Además, me dedico a atender mis compromisos con los medios de comunicación y los patrocinadores para ganar un salario en una temporada sin competir.
Creo que mi sensación de orgullo y de gratitud es lo que ha evitado que volviera a sufrir la depresión post-olímpica. Algunos días Patrick sólo me mira y dice: "¿Puedes creer que ganaste? Todo lo que puedo hacer es reírme. Estoy orgullosa de esa carrera y del trabajo que mi equipo y yo hicimos para ganar. Pero, sobre todo, me siento agradecida con mi entrenador, Jamie Turner, y mi esposo, Patrick Lemieux. Ambos me hicieron competir el 20 de agosto... con todo mi potencial.
Nunca pensé que una carrera pudiera cambiar mi vida. Cuando los que no me conocen descubren que soy campeona olímpica, su percepción de mí cambia inmediatamente... Después de comprar la casa, unos albañiles estuvieron haciendo alguna pequeña reforma. Al final, uno de ellos me dijo: “Hemos trabajado en muchas casas. Y mi jefe y yo estamos de acuerdo en que ésta es la más guay”. Sin embargo, no me considero nada especial.
Lo mejor de esta percepción que de mí tienen los demás es la capacidad que me da para conectar con los más jóvenes. Patrick y yo hemos creado una fundación para ayudar a los atletas que están empezando. Pero creo que mi experiencia es mucho más valiosa que el dinero que aportamos. Me encanta contarles detalles sobre las carreras, los entrenamientos y la vida en general.
Aunque no pasé por la depresión post-olímpica después de Río, he de reconocer que sí sufrí un bajón anímico tras la larga temporada. Paso horas, días, meses y años concentrándome en una carrera o meta y la fatiga mental (más que física) va creciendo hasta que estalla. En este caso, mi bache mental no fue a causa de los Juegos, sino porque necesitaba un descanso del triatlón. Después de Río quería dar por finalizada la temporada, pero todavía quedaba un último compromiso: la Gran Final de las WTS. Temía el entrenamiento diario. No me estaba divirtiendo y necesitaba un descanso. Además, quería tener un hijo.
Afortunadamente, mi bajón no duró mucho. Ser campeona olímpica siempre fue el objetivo, pero mi sueño siempre ha sido tener una familia. Y en ello estamos. Va a ser increíble".