Lysebotn, Noruega... Son las 4 de la madrugada del sábado 18 de agosto. Es noche casi cerrada, con nubes que dejan entrever un leve resquicio de luna que se refleja en las frías aguas del fiordo más grande del país nórdico.
A las 4:30, los primeros triatletas, mujeres y hombres, llenan una de las embarcaciones que les dirigen hacia el pequeño embarcadero situado a exactos 3.800 metros de la T1. Frío en sus caras, gotas del agua que levanta la lancha salpicando sus rostros, y nervios mezclados con miedo.
Con sus boyas de seguridad iluminadas en su interior por una luz de bicicleta, desfilan por la oscuridad de las maderas del embarcadero. Un pequeño montículo les deja ver el final iluminado: su destino en esta natación.
86 personas. Se puede apreciar en la penumbra de la noche un silencio que corta el cuerpo. Está provocado por la tensión, la incertidumbre, la concentración y el respeto hacia lo que se van a enfrentar.
Mientras el cielo va adquiriendo un tono azul intenso, todos se sumergen en el agua. Al final del horizonte se divisan unas luces diminutas. En el fiordo, decenas de destellos naranjas crean un baile de luces casi celestial.
4:59:30, suena la voz del director de carrera. 30 segundos. 20 segundos. 10 segundos. 9, 8, 7,6, 5… (grito de gerra) jhamaaaa! 4, 3, 2, 1.
En Noruega son amantes de la naturaleza y el deporte, sobre todo de los muy extremos. Desde hace años el triatlón ha sido un gran referente en estas tierras y, desde que se creara el más famoso de los triatlones extremos que se celebran en el mundo, son muchos los que sueñan con realizar una batalla épica como ésta.
Es por eso que el dios Thor eligió Lysebotn para ThorXtri. Un triatlón extremo, de larga distancia, que recorre la zona más turística, visitada y bella de Noruega.
Con una temperatura del agua de entre 9 y 15 grados dependiendo del año y de las corrientes, ThorXtri tiene una de las nataciones más duras del mundo. Nadar entre las paredes de este magnífico fiordo de noche y llegar a meta con la luz del alba, con el tono azulado y brillante que da su cielo, es un privilegio que bien hace merecer la pena esta aventura.
En el final de este sector esperan los supports, pieza clave para que acabar esta tri-prueba. Entre cafés calientes y mantas térmicas, puede verse a todo el que ha finalizado tiritando de frío mientras sonríe celebrando su victoria en la primera de las peleas contra Thor.
Una vez secos, acoplados a sus bicis y bien abrigados, se disponen a subir hacia Eagle Nest. Les espera un ascenso desde el nivel del mar hasta los 880 metros de altitud en sólo 10 kilómetros a través de un túnel siniestro. Unas 30 curvas sinuosas y con pendientes de hasta un 16,2%.
La dureza no impide a los atletas disfrutar del espectáculo del sol que asoma de entre el valle. Tampoco del paraíso natural que es la zona por donde circulan.
Entre un viento del sur que les sirve en ocasiones de amigo y en otras de enemigo, y con una lluvia fina pero constante, van recorriendo el mismísimo Edén. Ríos, cascadas, bosques, lagos, carreteras solitarias, montañas y valles, son testigos de esta pelea, entre el ser humano y el dios del trueno.
Los supports de cada equipo hacen familia, animan a todos los atletas y se ayudan entre sí. Esto no es una competición de todos contra todos, sino una experiencia de todos con todos.
Los últimos kilómetros del segundo sector transcurren bordeando la costa, desde donde divisan, en cada momento, el Mar del Norte. De nuevo les vuelve a atrapar su paisaje. Pronto les tocará comenzar a correr. ¡Qué no se acabe este sueño rodando por un lienzo lleno de colores y paisajes de ensueño!
Gofres, café y música esperan a los guerreros y guerreras en la T2. Nervios, risas y alegría mezclados con cansancio de los triatletas, y la calma en el cielo, abren la última de las vedas a la batalla final. Una maratón que lleva a los competidores por la costa de Este, cruzando playas y ríos.
La zona más rural y agrícola sorprende a los participantes con sus prados verdes, planos y que dejan ver al fondo el mar. Un camino sin desniveles, pero lleno de variedad, que les lleva hasta la preciosa ciudad de Stavanger, donde recorren en sus últimos kilómetros puertos privados del interior, y que les llevan a finalizar al atardecer, en el mítico monumento de Sverd i fjell. Tres espadas, de 10 metros de altura, que representan la unión de Noruega, y que lucen victoriosas a la espera de los hombres y mujeres combatientes de esta pugna entre ser humano y rey de los cielos del Norte. Espadas que ven llegar a los triatletas destrozados, llorando, que abrazan su frío acero y lo besan emocionados gritando de alegría.
Han finalizado, han ganado la batalla contra Thor. Se han convertido en leyendas.
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