Empezaste a hacer deporte… muy lejos del IRONMAN…
Parece que fue otra vida. Empecé en la natación sincronizada. Desde los 2-3 años mis padres me llevaron a una piscina. Así que el deporte ha formado parte de mí toda la vida, desde que tengo uso de razón. Y a los 6 años, que era la edad mínima, empecé con la natación sincronizada, como mi hermana mayor. Yo, la pequeña, seguí sus pasos. Así hasta los 18 años. Lamentablemente, la natación sincronizada es un deporte de corta edad. Ahí tuve que apostar más por los estudios o por la carrera deportiva. Yo decidí apostar más por los estudios.
¿Hasta dónde llegaste en la natación sincronizada?
Era infantil. Estaba en el CAR de Esplugas de Llobregat, en Barcelona. Fui a los Europeos con la selección española. Y llegó el momento de pasar a la élite, pero decidí dar un paso a un lado para hacer el bachillerato en casa para poder hacer una carrera universitaria. Hice un año de ingeniería y luego me pasé a INEF porque el deporte siempre ha sido mi pasión. Fue duro. Crees que sólo existe la natación sincronizada y, de repente, te ves en el mundo real. Pero tenía muy claro que el deporte iba a formar parte de mi vida porque mis padres siempre me han educado para tener una vida saludable. Así, comencé un poco por mi cuenta: iba al gimnasio, a la piscina, hacía elíptica, un poco de spining… cosas que no había hecho nunca. Allí conocí al que ahora es mi marido. Él hacía el triatlón. Yo no sabía ni lo que era el triatlón…
¿Cuál fue tu primer triatlón?
Fue en Puigcerdá. Una pena porque ya no se hace. Pero lo recuerdo con mucha emoción. Eran tres deportes diferentes, unidos en la misma prueba. Todo muy nuevo. Con transiciones, con dudas, con curiosidades. Cada vez que paso por allí cuando voy a entrenar a Font Romeu, se me pone la piel de gallina de mirar al pasado y ver todo lo que ha pasado ya.
¿Cómo quedaste?
Sí me acuerdo. No sé si fue tercera a cuarta, pero fue una experiencia que quise repetir más allá del resultado.

¿Cuál fue el momento clave para darte cuenta de que podías ser profesional?
Desde el inicio siempre he sido muy competitiva y me lo he tomado muy serio. Desde el comienzo me puse a ello, intentando poner la mayor intensidad posible para sacar los mejores resultados, pero no ha sido realmente hasta ahora, 12 años después, cuando he empezado ha obtener el fruto. Ahora puedo decir que vivo de ello, que es lo más difícil.
Y te planteas un primer sueño: ser olímpica…
Correcto. De hecho, tras aquel triatlón de Puigcerdá, de distancia sprint, hice dos olímpicos y el cuarto triatlón que hice fue un half, que me gustó bastante. Pero mi gente me aconsejó que me centrara en la corta distancia, que intentara aprender a ir rápido. Yo desde el principio supe que la media era la que mejor se adaptaba a mis características, enfocada en la resistencia, no tanto en la expresividad. Pero el sueño era ir a unos Juegos y había que enfocarse en la corta. Fui quemando etapas: junior, sub23… Intenté en esas categorías clasificarme para Europeos y Mundiales. Y año a año ir progresando.

¿En qué momento asumes que no vas a poder ir a los Juegos?
Fue justo con la pandemia. Ahí estaba como la cuarta española. Estaba cerquita. Pero el COVID lo paró todo. En corta distancia estaba haciendo muchos esfuerzos económicos, mi pareja, mi familia… y no obtenía retorno. Dije: Hasta aquí hemos llegado. Tocaba buscar un trabajo o hacer otra cosa. Estaba obteniendo resultados, pero no lo suficientemente buenos como para vivir de ello.
¿En ese momento tuviste dudas a la hora de decantarte por el triatlón profesional y pensaste en buscarte un trabajo?
Por suerte, mi marido y mi familia nunca dudaron. Ellos me dejaron claro que siempre me iban a apoyar. Fui yo la que decidí parar porque no era sostenible. El paso a la media distancia no fue de un día para otro. De hecho, después del COVID me puse a opositar para bombera. En verano estuvo trabajando en las campañas forestales. Por suerte y en parte gracias a que para las oposiciones tenías que estar físicamente muy fuerte, no dejé nunca el deporte. Fue una año de impasse. En ese momento hacía deporte salud más que buscar rendimiento. Al final, persistí, seguí pensando que en el deporte no había dicho todo lo que tenía que decir. Al final, salió.

¿Y cuándo te das cuenta de que puedes estar con las mejores del mundo en IRONMAN?
El año pasado en Sudáfrica. Allí gané, aunque todavía estaba opositando. Mi pareja y yo dijimos: Vamos a por la última bala, a poner toda la carne en el asador. Vimos que era un buen resultado a nivel élite y mundial. Hasta ese momento había tenido buenos resultados a nivel nacional, pero no me había medido con las mejores del mundo.
¿Hubo algún cambio radical en tu manera de entrenar o fue el mismo proceso el que te llevó a esas cotas de rendimiento?
La clave fue en lugar de intentar hacer muchas cosas hacer menos: quitar y volver a lo más simple como descansar más, quitar estrés, volver a lo básico. Comer. Descansar. Entrenar. Esas fueron las tres claves, junto con mi entrenador estos tres últimos años, Javier Sola. Ahora miro los entrenos de hace tres años y no tienen nada que ver con los volúmenes que puedo asimilar ahora. Ha sido una progresión.

¿Qué volúmenes manejas de cada deporte?
En mi última semana de concentración en Sierra Nevada fueron 28 horas, aunque el promedio son 20-22. De bici, 450 km, con casi 7.000 m de desnivel. En natación, comparado con ITU, menos metros. Además, por mi pasado en la natación sincronizada, no hace falta que haga tanto: fueron 17.000 metros. Y corriendo a pie sí que fueron 70 km.
¿El año pasado, antes de arrancar el Mundial IRONMAN de Niza [terminó siendo 6ª], cuál era tu objetivo?
Es difícil decirlo… Ambiciosamente, era hacer un TOP10.
Cuéntanos cómo viviste la carrera…
Para ser un IRONMAN se hizo corto porque eran muchas emociones. Después de liderar la natación de un Mundial dije: Con esto ya casi me conformo. Tenía la sensación de que, con el circuito de bici de Niza, mucho más exigente que el de Kona –aún no he estado en Kona: en unos meses los podré comparar–, iba a ser más duro por el desnivel y también por la parte más técnica de la bajada. Sabíamos que era conveniente prestar atención a ello. Así lo hicimos. Estuve entrenando con un especialista en descenso para solventar esa parte. La verdad es que fui muy concentrada toda la carrera. Bajarme en la T2 en la 5ª posición… no me lo creía. Y el maratón fue supervivencia. Se me hizo un poco largo. Pero poder acabar en la 6ª plaza fue increíble.
Y casi sin tiempo ni siquiera de pasar por casa, vas a Calella y ganas…
Esa carrera es lo que decía con mi entorno: O ganas o te retiras; o con la adrenalina de venir del Mundial ganas o no puedes ni terminar. Tenía la sensación de que era un extremo o el otro. Pero creo que, al final, pesó más el hecho de ser en casa, con la familia, los amigos…

Te daría pena que acabar tu extraordinario 2024… pero el 2025 también comenzó bien… y está el sueño de Kona…
Sí. Al final Kona es la razón por la que todos empezamos en el IRONMAN. Tengo muchas ganas. A ver cómo es todo aquello que he visto por televisión y cómo lo vivo. Este año, después del contrato con el T100, está siendo diferente. Junto a mi entrenador, hemos visto que soy una corredora bastante regular. No hay gran diferencia entre mis mejores y peores resultados. Por tanto, el objetivo son los rankings, ya que los premios finales son muy buenos, tanto en las IRONMAN Pro Series como en el T100. Y lo más importante es ser lo más regular posible para estar lo más arriba posible.

¿Cómo descubres Kenia para tus concentraciones y cómo es entrenar allí?
Lo descubrimos en un viaje de novios pospuesto por la pandemia. Encontramos un entorno que nos permite, como decíamos antes, volver a los básicos, a hacer las cosas de manera muy simple pero también muy eficientemente. Y también es una cuestión de apagar el orgullo occidental: que si tanta aerodinámica, tantos vatios, tanto consumir, consumir… Es apagar todo eso y centrarse en el trabajo duro. Y antes de invertir en lo más sofisticado intentar pensar si se están haciendo bien las cosas básicas. Allí es una rutina muy simple. Sí, hay carreteras para entrenar la bici en Kenia. Mi pareja fue en 2018 y vio que las carreteras no son lo son ahora. El país está avanzando muchísimo. Allí hacemos rutas circulares de 150 km sin bajar de los 2.000 metros de desnivel y llegando muchas veces a 3.000. Además, cuando vamos en enero-febrero allí hace buen tiempo, mientras que en Sierra Nevada en esa misma época tiene que hacer todo el entreno indoor. Allí, en Iten, donde vamos, donde están todos los corredores, hay una piscina. Y hay otro par de piscinas a 40 km.

¿Cuánto tiempo pasáis allí?
Lo mínimo, tres semanas. Lo máximo, el pasado octubre, cinco semanas.
Tienes un máster en nutrición… ¿Tú misma gestionas este apartado?
Sí. Comer, al final, lo hablamos con mi entrenador: comer para tener energía, para soportar los entrenos. Y en las carreras, aprender por ensayo-error. Recuerdo mi primer medio, en Alpe d’Huez. Allí tuve la sensación de haber comido muchísimo, sin parar, que no podía comer más. Y luego, cuando sumé, en bici no había llegado a 50 gramos de carbohidratos por hora. A día de hoy, en media distancia, puedo meter, mínimo, 120. Ha sido un proceso de ir adaptando al cuerpo, de tener mucha información –me gusta mucho escuchar podcast– y ponerla en práctica.

Estás con la marca Crown Nutrition… Cuéntanos cómo haces la suplementación en un IRONMAN…
Crown lanzó hace tiempo la línea hyper, que optimiza la ingesta para aportar los gramos de carbohidratos que hemos comentado. Ahora los geles llevan 45 gramos y la bebida 90. Yo intento en bici llevar todo lo que voy a consumir. En los tres bidones llevo entre 200-300 gramos. Así que en los avituallamientos sólo cojo agua. Llevo las barritas también para sumar esos 120 gramos/hora. Si puedo meter más, meto más.
Y en el maratón…
Aún estamos trabajando en ello. Ahora puedo meter hasta 60 gramos. Me van muy bien las barritas de gominola. Tengo programado el Garmin para que me pite cada km: en uno meto un sorbo de agua y en otro la gominola. Así se me va pasando más rápido. Son estrategias mentales también.
¿Te has sentido presionada por el hecho de que el triatlón profesional no te permitiera vivir de ello y no pudieras, incluso, salir de casa de tus padres?
Sí. Mi pareja y yo nos fuimos a vivir juntos a los 18 años. Y durante la época de corta distancia mi carrera deportiva fue financiada por mis padres y mi pareja. Eso es muy duro porque ves que tu familia te está apoyando y no tienes ningún tipo de retorno. De hecho, te diría que este es el primer año que empiezo con la tranquilidad de saber que las facturas a final de mes se van a pagar con los ingresos que he generado, pero hasta ahora ha sido una inversión arriesgada en la que no sabes nunca si funcionará o no. Por suerte, estoy en la posición privilegiada de haberlo conseguido, pero conozco a muchos deportistas que siguen intentando que llegue ese momento. La mayoría termina teniendo que buscarse un trabajo, como yo misma soy consciente de que el día menos pensado se puede terminar y tener que trabajar en otra cosa.

¿Cómo dibujas el resto de tu carrera deportiva? ¿Qué pruebas te gustaría hacer?
El triatlón sigue innovando. Hoy en día somos afortunados de contar con estos circuitos y rankings como el T100 y las IRONMAN Pro Series que antes no existían. Vamos a ver cuáles son mis características para adaptarnos a las reglas del juego actuales. Pero tenemos claro mi pareja y yo que vamos a intentar tener una carrera deportiva larga, hasta los 40-42 años. Para eso hay que estar tranquilos mentalmente. No queremos ser campeones en Kona un año para luego caer en lesiones y no poder seguir. Queremos cuidar todo, ir poco a poco para alargarlo lo máximo posible.
¿Algún ídolo deportivo como referencia en los momentos difíciles?
No soy mucho de ídolos. Me fijo en la gente que tengo cerca en mi día a día. Ellos son los que realmente me inspiran y me dan lecciones de vida. Me fijo más en las personas…

¿Algún día estás en la piscina y te dan ganas de hacer un par de piruetas como en tus tiempos de nadadora de sincronizada?
Me lo suelen pedir más que lo que me lo pide a mí el cuerpo. Me acuerdo que cuando hacía sincronizada, después de las tres semanas que te daban de vacaciones, te tirabas a la piscina y no sabías ni dónde estabas. Imagínate ahora: me pongo del revés en la piscina y me ahogo.