Durante los días 30 de junio y 1 y 2 de julio tuvo lugar la segunda edición del Ultrimad515, único ultraman que se celebra en el interior de la península, concretamente en la Comunidad de Madrid. Esta iniciativa de la asociación sin ánimo de lucro ULTRIMAD permite la posibilidad de que cualquier triatleta de la zona centro pueda participar en un evento de larga distancia sin tener que desplazarse al litoral, que son los lugares donde se programan el resto de ultramanes en nuestro país.
Aun así, la invitación está abierta a todo aquel que se atreva a un reto de esta naturaleza. Prueba de ello es que en esta ocasión la prueba ha contado con una participación geográficamente variada como el guipuzcoano Mikel Otaegui, los madrileños David Sansegundo, José Miguel Velázquez y Nacho Coya, el canario Manuel Luis Pérez, y el mexicano Noé Durán Luna.
El centro de operaciones se ubicó otra vez en el Hotel Monte Rozas, donde se dio la acogida de los atletas en un cordial briefing en el que cada cual presentó sus credenciales, y durante el que se hizo entrega de un maillot diseñado expresamente para esta competición por la firma Roger Briz, así como una extensa gama de complementos alimenticios deportivos de la empresa Nutrisport. Y allí, cada noche, los atletas, sus equipos, miembros de la organización, voluntarios, familiares y amigos compartieron cenas y comentarios como si formaran parte de una entrañable familia.

1ª Jornada (30 de junio): natación y bicicleta
La mañana soleada y los boscosos montes que rodean del Pantano de San Juan dieron la mejor bienvenida a los participantes, que se zambulleron en la playa del Muro con el fin de cubrir los 10 km a nado del primer sector arropados por un entorno extraordinario. La temperatura del agua era excelente, a pesar del descenso térmico de la víspera. Sin embargo, soplaba viento de costado generando un leve oleaje que dificultaba la visión de la boya norte y empujaba a los nadadores fuera del trayecto marcado. Inconvenientes que supusieron un mayor esfuerzo para los atletas, pero que todos superaron con éxito.

Tras unas cuantas horas de remojo, y a medida que los atletas iban terminado el primer sector de la jornada, fueron desprendiéndose de sus atuendos para subirse a la bicicleta con el objetivo de cubrir la segunda parte. Desde Pelayos de la Presa, el segundo sector discurrió por varias localidades del oeste de la región, incluyendo un bucle con principio y final en Colmenar del Arroyo, donde se ubicaba uno de los puestos de avituallamiento. Un itinerario de orografía irregular de 145 km. de distancia y 2.300 m. de desnivel positivo, debido en buena parte a la subida al Puerto de la Cruz Verde desde Robledo de Chavela. Una vez coronado ese alto, en el cual estaba situado el segundo puesto de avituallamiento oficial (punto kilométrico 105), el resto consistía en un prolongado descenso hacia San Lorenzo de El Escorial, Valdemorillo y Las Rozas.

2ª Jornada (1 de julio): ciclismo en ruta
Las cumbres del Sistema Central fueron testigos del paso de estos valientes por sus puertos más emblemáticos. Navacerrada, Cotos, La Puebla y Canencia constituyeron, en este orden, los jalones que sirvieron para hilvanar el recorrido de la segunda jornada, una etapa de 282 km. con un desnivel total positivo de 4400 m, lo que sin duda la convierte en una de las pruebas más duras de larga distancia. En compensación, ofrece la belleza de un paisaje conmovedor aderezado por el contraste entre las Sierras de Guadarrama y del Rincón y la sucesión de vistas espectaculares de montes frondosos o descarnados alternando con panorámicas de extensos valles como el del río Lozoya, que se recorre en su totalidad bajo la permanente mirada del pico Peñalara. Asimismo, el recorrido está salpicado de embalses (Valmayor, La Jarosa, Navacerrada, Pinilla, Puentes Viejas, El Atazar, Riosequillo y Santillana), que dan una nota de frescura intermitente.
Pero, además, los participantes y sus equipos de apoyo gozaron de la oportunidad de disfrutar de un itinerario monumental, pasando por los Monasterios de El Escorial y de El Paular, el imponente puente de Taboada de la línea de ferrocarril Madrid-Burgos, los pueblos de las Sierra Pobre con sus características casas de sillarejo, las imponentes murallas de Buitrago y el castillo de Manzanares el Real, magníficas construcciones que nos hablan de la historia de este territorio. Sin dejar a un lado la curiosa sensación de atravesar el parque de antenas del Centro de Seguimiento de Satélites de Pinuécar-Gandullas, un remake de lo que en la jornada anterior significó hacerlo por las enormes parábolas de la Estación Espacial de Robledo de Chavela.

Un recorrido muy exigente pero hábilmente diseñado gracias a la alternancia de densos bosques con espacios despejados, de tramos de escalada con largos descensos, de prolongadas rectas con revueltas de compleja negociación… Eso y, sobre todo, la belleza del entorno hicieron que los atletas digirieran la etapa con menor sufrimiento del esperado, si bien es cierto que no todos cumplieron con el límite de corte establecido. Los puntos de avituallamiento oficial se encontraban en la localidad de Lozoya y en el puerto de Canencia (puntos kilométricos 80 y 200, respectivamente).
3ª Jornada (2 de julio): doble maratón
La última etapa de esta prueba se llevó a cabo en la capital de la Comunidad sobre un circuito de 17 km. cuyo trazado comprendía parte de la Casa de Campo y casi la totalidad de Madrid-Río, un trazado mixto, mitad rustico mitad urbano, que combina la tranquilidad de un espacio natural con el ajetreo de una zona de esparcimiento de la ciudad donde sus habitantes suelen hacer deporte. Desde ella se tienen excelentes vistas de la cornisa sur de la villa, donde destacan construcciones monumentales como el Palacio Real, el nuevo Museo de las Colecciones Reales y la catedral de la Almudena, en contraposición con la arquitectura residencial del Edificio España y la Torre de Madrid. Para combatir el sofocante calor de la jornada, los atletas dispusieron de un puesto de avituallamiento oficial y de las numerosas fuentes públicas existentes, donde cada pocos metros podían beber o darse un buen remojo mientras cubrían su paseo de 85 km.

