Soy afortunado. Pruebo coches con los que mucha gente sueña y mi trabajo me ha permitido vivir momentos inolvidables, Me he puesto a los mandos de súperdeportivos como el Ford GT, he entrevistado a los ingenieros encargados de desarrollar coches que aún tardarán años en llegar al mercado, pedaleado junto a Miguel Indurain o Carlos Sastre y participado en un duatlón junto a todo un bicampeón del mundo de Paratriatlón como Dani Molina. Me siento un privilegiado.
Pero la última de éstas me ha marcado muy profundamente y me ha hecho admirar a unos deportistas que posiblemente nunca se clasificarán para Hawaii, nunca abrirán un telediario o nunca serán grandes iconos en las redes sociales. Pero encarnan como pocos los valores tradicionales del deporte de integración, aprovechamiento del tiempo libre y superación de las adversidades.
Porque cada uno de los participantes en la Mallorca Handbike Tour by Toyota han vivido su drama personal que les confinó en una silla de ruedas: accidentes de tráfico, una malformación congénita, un rayo que te cae encima durante una tormenta y te deja en coma... Pero lejos de caer en la autoindulgencia y lamentar lo ocurrido, lo han asumido y han seguido adelante en sus nuevas vidas. No hay otra opción cuando sufres un revés. Pero ¡cuánto cuesta levantarse cuanto la vida te tiene al borde del KO!
Toyota nos invitó a un grupo de periodistas a formar parte de la organización acompañando a los deportistas en las dos etapas de carretera abierta. Debíamos pedalear junto a ellos aportando seguridad y visibilidad en el caso de que algún conductor despistado no se diera cuenta de que la carretera estaba cerrada al tráfico. Nos facilitaban transportar nuestra bici personal o aprovechar una de organización, pero la perspectiva de una etapa muy montañosa me llevó a hacer alguna llamada cuya consecuencia fue tener a mi disposición una ligerísima Trek Emonda, con cambio Dura Ace, calzada con unas ruedas Aeolus 3 de carbono… que me hizo olvidarme de inmediato de mi veterana Madone y reafirmarme en la teoría de que un buen material, y más si es el adecuado para cada necesidad, te puede ayudar ¡y de qué manera! En este caso, un kilo y medio de diferencia en la montura me daba una reactividad insospechada.
Pero yo hoy no soy el protagonista, ni tampoco lo es la experiencia con la Emonda. Mi misión sólo era acompañar a uno de los casi cuarenta campeones. Bastaba echar un vistazo a sus handbike para darse cuenta de que había carbono, ruedas de perfil alto, medidores de potencia que permiten regular… y un centro de gravedad a ras de suelo que presagiaba lo que íbamos a comprobar al día siguiente: su condición de deportistas de élite que nos iban a hacer «estirar el cuello» en los llanos y sufrir en las bajadas ante vehículos con mayor velocidad de paso por curva, aunque en las subidas podríamos relajarnos al tiempo que animamos a atletas que sólo cuentan con la fuerza de sus brazos para hacer girar las bielas.
¡Y vaya si las hacían girar! Aunque para ello tienen que hace lo que cualquier otro deportista. Entrenar, encontrar motivación y tiempo para salir, hurtar horas a la familia, convivir con el tráfico en una máquina muy difícil de ver que apenas levanta medio metro del suelo y soportar las inclemencias meteorológicas, esforzarse denodadamente y poner sus cuerpos al límite.
Verles competir me ha llevado a pensar en esos días que no apetece madrugar para entrenar, esos días de frío, de lluvia, de niebla poco estimulantes en los que el sofá y la calidez del hogar hacen que te nazca la pereza. Ellos también los tienen y los superan, con la dificultad añadida de que cada movimiento empieza por situarse en su silla de ruedas y consiguen resultados tan sorprendentes en lo deportivo que sólo pedaleando a su lado o viéndoles desde una cuneta puedes hacerte una idea real de su competitividad.
Te animo a hacerlo y, si conoces algún handbiker o triatleta discapacitado, que los acompañes en alguno de sus entrenamientos. Te aseguro que aprenderás mucho de la vida, del deporte y de la mentalidad rocosa que hay que tener para soportar los avatares de la vida. ¿Dónde está el límite? Posiblemente en la mente de cada uno. Si no, mira ejemplos como Alex Zanardi, piloto automovilístico que años después de perder las dos piernas en un accidente en carrera, se marcó un sub 10 en el Ironman de Hawai de 2014 y se muestra agradecido a aquel accidente que, aunque truncó su carrera al volante, le dio la oportunidad de descubrir otro tipo de competición y llegar a campeón olímpico de ciclismo adaptado.