La distancia Ironman es un reto deportivo de gran magnitud personal, donde más que en ninguna otra especialidad de nuestro deporte, los aciertos y errores se reparten de la más forma justa en la balanza que define el tiempo en meta. No cabe esperar golpes de suerte y es poco frecuente que surjan imprevistos para los que no encuentres alguna solución. Andreu Alfonso, especialista en alto rendimiento de TRIATLÓN, y Antonio del Pino, Director de TRIATLÓN, comparten con nosotros sus vivencias en el Challenge de Vitoria, donde ser finisher no fue precisamente un camino de rosas.
Antonio
Raramente supero los 3.000m de natación en cada entrenamiento en piscina y aunque tampoco es que hacer 3.800m a ritmo tranquilo me suponga un reto, no quise correr ningún riesgo… Y me pasé de conservador. Al margen de los test de producto que hacemos en la revista, los últimos dos años he usado mayoritariamente uno de los neoprenos más completos que nunca he probado, un Aquaman Cell Gold.
Que sea mal nadador no significa que no perciba cuando un neopreno me hace mejorar, tal vez no tanto en el tiempo final con el que llego a la playa, pero sí en sensaciones y energía consumida. El Cell Gold es muy flexible, aporta una flotación extra maravillosa y te hace deslizar como un delfín, perfecto para camuflar todas mis carencias técnicas y llegar más entero a la T1.
El caso es que pese a haber estado entrenando toda la primavera y el verano con la talla M, a última hora me entró la paranoia de que tal vez me estaba demasiado justo y que necesitaba una talla más para poder nadar lo más cómodo posible. En el camino de preparar un ironman, uno pierde un poco la perspectiva de cuál es su aspecto real y ahora que veo las fotos… Era un saco de huesos y tendones al aire, con lo que si meses atrás con tres o cuatro kilos más ya podía nadar cómodamente enfundado en la talla M.
En fin, supongo que en el proceso de mentalización de que debía de competir lento y cómodo para poder acabar con ciertas garantías, al final me pasé de prudente desoyendo a mi propio sentido común… Y lo único que conseguí usando la talla L es que el neopreno se convirtiera en un paracaídas acuático en el que el agua entraba a cubos por el cuello para salir a borbotones por los tobillos.
Sin embargo con el tipo de gafas acerté de lleno, una máscara Arena X Sight que me permitió saber en todo momento dónde estaba, hacia dónde debía ir, quién llevaba a mi lado y sobre todo, pude disfrutar de la belleza natural y espectacular del entorno que rodea el segmento de natación del Challenge Vitoria.
Andreu
Competí con mi viejo (tres temporadas) Sailfish G-Range. Este neopreno es de los considerados “torpedo", es un neopreno para nadadores. Es un auténtico guante y extremadamente flexible en la zona de los hombros. Aunque queda poco del nadador que fui, me siento más cómodo con este tipo de neoprenos que con los más gordos, éste me descoloca menos en el agua. Podría nadar con él todos los días y mis hombros no se resentirían lo más mínimo.
Y tuve una inmensa suerte pues mi buen "Range" se me abrió por la costura de la pierna cuando me lo estaba colocando para calentar y al quitármelo se acabó de abrir. En Vitoria, y tras una increíble cantidad de kilómetros nadados con él, en estos más de tres años, me acompañó por última vez.
La historia de las gafas fue divertida. Aprovechando mi estancia en Gandía, mi pueblo natal, pasé a ver a mis amigos de TuTrialón y al verlas allí me enamoré. La verdad es que las Tyr Special Ops Polarized de colores tienen más aspecto de gafas de tienda de juguetes que de gafas de altas prestaciones, pero son muy cómodas y sus lentes polarizadas, una maravilla para competir a primera hora del día, con el sol bajo y dándote de lleno en la cara. Y además, contribuían de forma significativa al 'tripostureo', aunque en este caso, casi a la inversa, pues me preguntaban si se me habían olvidado las gafas en casa y las había comprado en un chino.
Antonio
¡Sckechers! Mi encuentro con esta marca fue una fabulosa casualidad producto de un olvido. El caso es que unos cuatro meses antes del Challenge de Vitoria ya andaba cuadrando algunos días entre semana, para hacer alguna sesión de carrera al mediodía. En esas fechas no me importa sacrificar la hora de comer para disfrutar un poco el Sol, que después del invierno uno acaba harto de buscar farolas.
Olvidé las Asics Noosa TRI con las que llevaba entrenando la última temporada, ya me había dejado en casa días anteriores algunos pares de New Balance que suelo tener en la redacción y también las Saucony Kinvara 3, con las que últimamente estaba entusiasmado. Compuesto y sin novia: en mallas, con todo el kit de triatleta… y descalzo. En ese mismo instante apareció un compañero con una caja. “Antonio, ha llegado esto para ti".
“Sckechers…conozco la marca, pero no las he probado en mi vida. Mira, me las pongo a vida o muerte, que para hacer el rodaje de 1h 20 min a ritmo de abuela que tengo pensado, casi me vale cualquier cosa". Saqué las Go Ride 2 de la caja. Me sorprendió su flexibilidad y ligereza, para ir directamente a mis pies. He de confesar que la primera sensación fue un poco decepcionante. Las sentí como unas zapatillas endebles, con un upper que no permitía el ajuste firme que suelo llevar y un talón excesivamente bajo que me daba la sensación de que la zapatilla se me iba a salir a la primera zancada.
Estuve a punto de posponer el entrenamiento, pero al final pudo más el angelito bueno, el de la disciplina, y arranqué a correr despacito. Había hecho muy mal tiempo, llevaba una semana “dura" de carrera a pie y esa misma mañana, al levantarme y dar los primeros pasos, tuve esa sensación de que los sóleos se iban a partir como dos cuerdas de guitarra. Es algo frecuente, ya sé que entre que me visto y me preparo para salir hacia el trabajo el dolor va bajando y al final del día puedes correr sin problema.
A los diez minutos de correr con las Go Ride 2 percibí que algo había cambiado: cero molestias en los soleos y además estaba pisando de manera diferente. Iba un poco más inclinado hacia adelante, sin forzar ese gesto técnico y aunque la zancada era corta por el ritmo suave que me había propuesto, la recepción del pie entraba con la parte media, el talón no tocaba el suelo, y la salida del pie era mucho más rápida sin esforzarme por lograrlo. Pese a mi sensación inicial, el talón de la zapatilla no se movía nada y la maleabilidad del Upper me hizo llegar con las pies más relajados… Y así acabé mi primera sesión.
Al día siguiente los sóleos estaban un poco mejor, sin embargo sentía los cuádriceps un poco más cargados de lo habitual. Le dediqué más tiempo a ver de cerca las Go Ride 2. Además de comprobar que el apoyo principal sucede en la parte inicial del arco del pie, el compuesto de la suela es muy ligero y amortigua con buen rebote. Además tienen una adherencia suficiente en todo tipo de terrenos. Viendo que el primer día no me habían ido mal del todo, decidí usarlas otro día más, y otro y otro… Y así llevo toda la temporada. Empecé a descubrir que usando estas Sckechers mi carrera a pie mejoraba, primero porque mi estilo era menos lesivo y económico, lo que me empezó a permitir correr más días a la semana, y además mejoraba mi técnica de carrera.
El hecho de haberme formado deportivamente como ciclista me ha dado “buen motor", pero condicionó mi técnica, tengo un estilo de “piernas pesadas" y tengo que hacer muchos kilómetros de carrera para librarme de esto, y además me cuesta que el pie tenga el impulso reactivo. Día tras día me encontraba mejor, hasta el punto de que contacté con Sckechers para contarles mi experiencia, quería conocer más opciones de la gama. Me ofrecieron la posibilidad de probar todos sus modelos de running, con interesantes versiones de trail, de calle, de descanso y recuperación. Las que más me convencieron fueron la versión de “voladoras" GO Run 2, con un apoyo más bajo y con menos amortiguación, pero que me permitían correr más rápido. El caso es que, al contrario que me sucedió con el neopreno, a última hora y aún habiendo decidido que iba a correr con las confortables GO Ride 2… pensé que podría soportar la exigencia de las Go Run 2… Y de nuevo “la cagué". Hice una buena media maratón para mi nivel, corriendo a 4:25 / 4:30 el Km…pero mis cuádriceps no aguantaron el impacto tan directo, echaban de menos la amortiguación de las Go Ride 2, empecé a pisar mal, intentando huir del dolor y sólo conseguí destrozarme los pies. En cada zancada del horror que viví los últimos 18 Km no paraba de preguntarme cómo pude ser tan estúpido. Con la lección aprendida, seguro que correré con otras marcas y otros modelos para otras carreras, pero lo que tengo seguro es que, por si acaso empiezo a olvidarme de correr bien, siempre tendré unas Sckechers listas en el armario.
Andreu
Llegué a la competición en buen estado de forma entrenado, descansado y buena disposición mental: confiado y sin dudas, sabiendo que iba a acabar y con el firme convencimiento de que caminar no era una opción, no quería ser un FPNP (Finisher Pero No Preparado). Es algo filosófico quizás, pero creo que la distancia Ironman se merece un respeto que muchos nuevos triatletas han perdido y que hacer un Ironman para bajarse de la bicicleta y ponerse a caminar todo el maratón excepto los primeros kilómetros y los últimos metros, no es ser un verdadero finisher.
En la natación las boyas estaban demasiado separadas, eran pequeñas y azules y el sol estaba bajo. Nos salieron más metros a todos, el regreso fue bastante caótico. Aún así y con todo, nadar en ese pantano es una auténtica delicia con el agua tan limpia y tan caliente. Nadé mal de tiempo pero salí muy fresco, quizá había reservado demasiado. Debido a lo complicado que estaba orientarse y a que tenía gente por delante, me pasé muchos metros levantando la cabeza hacia delante y eso me pasó factura; cuando iba a ponerme de pie para ya salir, la espalda se me había quedado rígida y sentía un dolor tremendo.
No tuve más remedio que jugármela y tomarme el antiinflamatorio que me había dejado en la transición por si esto ocurría. El recorrido ciclista era fácil, rápido y bastante divertido. El problema que tuvimos todos fue el viento, en el tramo que nos llevaba en cada vuelta de regreso a Vitoria, nos encontramos un viento de cara muy fuerte y que iba aumentando a medida que pasaban las horas.
Yo además, me encontré que el antiinflamatorio que había tomado me sentó mal en el estómago y a partir del km 30 el dolor de estómago era tan agudo que no podía casi ni comer ni beber. Apenas ingerí 170 gramos de hidratos de carbono de los 400 gramos que tenía previsto, y me costó mucho beber también. Llegué al final de la bici bastante deshidratado y con una sensación muy desagradable de dolor de estómago y hambre.
Aún así, me bajé tercero de mi grupo de edad, sólo tenía por delante a mi admiradísimo Fernando Aja y a otro extranjero. Salimos a correr en menos de 2´ los tres. Salieron 183 km y 5h39 de parcial en las clasificaciones, una media de 32,4 km y 175 watios (2,4 w/kg). Me tomé la segunda transición con calma pues el dolor de estómago no me permitía ni incorporarme. Y salí a correr con la esperanza de que se me pasara pronto el dolor de estómago y poder comenzar a ingerir algo. Pero no fue así.
Anduve dando sorbos de agua, que la mayoría de las ocasiones tenía que escupir de nuevo pues no podía ni tragarlos hasta bien pasada la media maratón. A partir del km 25 y con un pajarón ya descomunal, me propuse hacer el esfuerzo de tomar bebida energética y tragar algún gel como fuera. Y me funcionó. Conseguí acabar corriendo todo el maratón, con apenas brevísimas paradas a beber en los avituallamientos. El pensamiento que me venía a la cabeza desde el kilómetro 12, donde encontré mi muro, fue que sería el primer y último Ironman que hacía, que nadie me obligaría a hacer ninguno más. Fui perdiendo tiempo vuelta a vuelta de forma exponencial pero al final conseguí cruzar la meta en 10h56´. Objetivo cumplido: carrera terminada, sin caminar y bajando de 11 horas.