Tras el duatlón del Jarama, al publicar la foto que acompaña a esta publicación, en mis redes sociales se produjo mucha interacción y debate sobre mi posición en la cabra. Quiero hablar sobre ella porque muchos me preguntasteis si era cómodo ir así o no.
Mi primer Ironman fue en Lanzarote 2016. Me compré una bici Aero, ni por la cabeza se me pasó irme a la opción cabra. ¿Yo ahí agachado 180km? Era inviable para mi cuerpo y para mi mente. Poco a poco me fueron convenciendo en poner unos acoples a la bici. Me decían que me vendría bien para los tramos más rápidos que había en Lanzarote. Los compré y los probé. Pues vale. Si dicen que iré mejor, pues a por ello. Desconocimiento máximo.
Según se acercaba la prueba me comentaron la posibilidad de convertir mi bici de ruta aero en una cabra. Y lo hice. Cambié el manillar, llevé la Giant Propel Advanced a un estudio biomecánico para ajustar la posición lo más cómoda posible y sin tener ni idea de aerodinámica ni de sus beneficios me planté en Lanzarote en la categoría de “triatleta globero”. Llegué allí y por cada 20 bicis veía 19 cabras. Mi pregunta era siempre la misma: “¿Cómo lo harán? ¿180km ahí agachado? Eso no debe de ser ni sano ni cómodo.”
Yo iba a hacer mi primer Ironman y era un novato entre tanto gallo. Lo único en lo que pensaba era en divertirme y sobre todo en acabar la prueba. No forzar en la bici para llegar con fuerzas a la maratón, mi gran miedo. Al final, con la posición que veis en la foto, hice 06h58´ en completar los 180km de una de las carreras más míticas del mundo.

Eso sí, de los 42km a pie poco que comentar. Seguramente haya sido el día más duro –físicamente hablando– de mi vida. Pero logramos acabar, que era el objetivo.
Después de aquella carrera decidí que había que ser como casi todos. Iba a volver a Lanzarote en 2017 y tenía que plantarme allí con una cabra. Me compré una Argon 18 E-117 Tri, bici que todavía tengo. Acudí a Jaime Menéndez de Luarca para hacerme el estudio biomecánico y de allí salí con un cosa muy clara: iba a sufrir de lo lindo para adaptarme a la nueva bici y a la posición –muy conservadora– que buscamos inicialmente. Recuerdo la primera salida. Boadilla - Villamantilla y vuelta. Nada más acabar escribí un mensaje a Jaime: “Muy duro, me duelen los hombros, los brazos y muchísimo las lumbares.” Fue un infierno. Era incapaz de aguantar acoplado más de 2 ó 3 minutos. ¿Y tenía que ir 180km así? Lo veía imposible.
Jaime me insistió: “El ir cómodo en una cabra no se consigue en 2, 3 ó 4 meses. Son muchísimos kilómetros y muchísimos entrenamientos encima de ella.” Algo así me dijo. Y así empezó mi idilio con esta bici a la que poco a poco le fui cogiendo el truco. Cada año un poquito mejor, cada vez un poquito más cómodo pero nunca con la sensación esa de poder hacer un Ironman acoplado.
Así me planté en Lanzarote 2017 donde le di un buen mordisco al tiempo del año anterior. Paré el reloj en 06h20´. Casi 40 minutos menos que en 2016. Había acertado. No iba súper cómodo, los riñones sufrían, pero había mejorado, que al final era lo importante.
En 2018 ajustamos un poco la posición. Un poquito más agresiva. Tampoco mucho más, pero sí lo suficiente para ir evolucionando. El objetivo era Ironman Frankfurt, pero un accidente en el mes de abril mandó a la borda la temporada. Operación de hombro y todo el trabajo encima de la bici al traste. ¿Volvería otra vez de cero?
En 2019 aposté por Ironman Vitoria y por una posición más aerodinámica pero sostenible. El hombro me molestaba bastante y sobre todo quería ir cómodo, pero ya notaba que cada vez iba mejor. Aguantaba mucho más acoplado. Salidas muy largas. Kilómetros y más kilómetros. Las lumbares ya no molestaban. Era cierto lo que decían, era cuestión de tiempo y paciencia. Recuerdo una salida de 160km a pocas semanas del Ironman. Al fin dije: “Ahora sí. Por fin voy cómodo en la cabra.”

La carrera salió casi perfecta. Tardé 05h14 en completar los 180km de Vitoria y con un problema de deshidratación desde el 140 que me privó de hacer un mejor tiempo. Pero el salto de calidad fue tremendo y acabé feliz porque después de mucho trabajo había conseguido ser mucho más rápido en un Ironman.
Ese mismo año gané en un sorteo la inscripción al Ironman de Barcelona y tuve la suerte de seguir machacando la posición. Hice otro buen sector de bici (05h08´) y definitivamente alcancé el objetivo que me planteé cuando me compré la cabra: ir rápido, pero sobre todo ir cómodo.
Y así nos plantamos en 2020, año muy duro de confinamiento donde trabajé muchísimo en el rodillo y que me sirvió para dar otro saltito de calidad en la bici. A mediados de año volví a pasar por manos de Jaime y alcanzamos la posición más agresiva posible para mi cabra. Manillar al límite, apoya-codos muy cerrados buscando mínima resistencia al viento y mucho trabajo encima de ella para sostener la posición. Objetivo más que logrado.

Como veis, no ha sido fácil. Estamos hablando de 3-4 años y casi 20.000 kilómetros encima de la Argon 18 para poder por fin decir que voy cómodo acoplado, que soy capaz de mover buenos vatios en competición y sacar una buena velocidad media. Ya no hay excusas. Es el momento de ser competitivo de verdad en los 180km del Ironman. Prueba de fuego el 30 de mayo en el Campeonato de España 140.6 INN de Girona.
¿Qué os parece el cambio de posición?
Si te sientes identificado con este post, ya sabes, paciencia y kilómetros.