Durante los nueve meses en los que un niño crece dormidito y tranquilo en el vientre de su mamá, donde todo es paz y no existe tan siquiera la presión de la gravedad, el bebé se forma de manera lenta, continuada, paciente y milagrosa. Ajeno a todo e inmerso en un sueño inocente de total felicidad, llega el día de descubrir su propia vida, momento en el que conviene que el padre o la madre reciban al bebé con un tierno abrazo y el pecho al descubierto. La transición del parto es demasiado violenta para el pequeño: luces turbias, sonidos confusos, hace frío, han agarrado con demasiada fuerza su frágil cuerpo y acaba de aprender a respirar un aire de olor extraño. No hay razonamiento, medicamento, ni técnica posible que pueda sustituir al placido reposo en el regazo de una madre agotada o recuperar la temperatura en los torpes brazos de un padre asustado. Es el único consuelo al miedo del pequeño, que marca de por vida su carácter y que se soluciona con algo tan natural, humilde, accesible y tierno… como es una cálida muestra de cariño.
En este mundo “desarrollado” que entre todos hemos montado, nos hemos auto-convencido de que uno de los principales caminos del éxito es la precocidad.
Creo que en el triatlón tenemos que hacer una profunda reflexión referente a los procesos naturales de maduración y las necesidades ficticias que muchos nos creamos y de la que por mi propia labor profesional, en parte, no puedo negar que me siento un poco responsable del consumismo acelerado en el que nos estamos encerrando.
Hemos hablado de la necesidad fisiológica de adaptarse de manera progresiva a la alta intensidad y a mayores distancias del triatlón, pero no hemos tratado de manera justa el aspecto de qué material se necesita realmente para hacer triatlón, donde parece obligatorio equiparse de salida como mínimo con una bici de 4.000€ y una inversión de otros 2.000€ más en accesorios diversos. Recuerda cuando eras crío, seguro que tenías pasiones, soñabas y deseabas con fuerza cosas inaccesibles para tu inexistente bolsillo. Esa sana frustración hizo crecer tus conocimientos e interés por ese Scalextric, un balón de reglamento, una bici que simplemente no fuera la de tu hermana o un camión con volquete amarillo.
El perfil medio de los triatletas está comprendido entre los 30 y los 45 años, edades en las que nuestros méritos, trayectoria laboral y sana iniciativa deportiva, parecen justificar que adquiramos el mismo material que sólo pueden exprimir unos pocos superatletas del planeta. Por supuesto que el buen material te hace ser mejor y más rápido, pero eso no significa que tengas que adquirir material que está diez años por delante del nivel que tienes hoy, porque es posible que lejos de hacerte mejor, tan sólo te reporte una motivación pasajera con la fuerza de la gaseosa: espectacular en su apertura, pero que en segundos pierde fuerza.
Tenemos la inmensa suerte de que el material de gama media y alta, ya reporta fiabilidad y rendimiento en ocasiones superior al de muy alta gama, que a veces sólo implica unas atenciones y particularidades que acaban jugando en nuestra contra.
De esto y mucho más tratamos en Revista Triatlón, de saber elegir, de saber sacar el 100% de las posibilidades técnicas y de adaptación de tu bici, saber cuáles son tus zapatillas perfectas para correr o sin ir más lejos, buscar la excelencia en tu interior. Son caminos largos y apasionantes que más adelante te harán saber con sólo mirar una bici o un neopreno de alta competición, que están hechos para ti y… ¿sabes lo mejor? Que seguramente entonces tú ya estarás hecho para ellos.
Haz lo que desees, pero no olvides que el triatlón es un camino natural en el que para llegar al éxito conviene avanzar a pasitos sencillos y bien dados, hasta el punto de que a veces, relajarse y abrazar al niño que fuiste es lo único que necesitas para ser mejor triatleta.