Pasar la ITV

¿Sabes si estás en condiciones de entrenar «en serio»? ¿Conoces hasta dónde puedes exprimir tu corazón en carrera? ¿Cuál es ese intervalo de esfuerzo en el que tu cuerpo está quemando esa grasa tan reñida con la «operación bikini» y en el que mejoras tu rendimiento?

Óscar Díaz

Pasar la ITV
Pasar la ITV

¿Sabes si estás en condiciones de entrenar «en serio»? ¿Conoces hasta dónde puedes exprimir tu corazón en carrera? ¿Cuál es ese intervalo de esfuerzo en el que tu cuerpo está quemando esa grasa tan reñida con la «operación bikini» y en el que mejoras tu rendimiento? Si has contestado no a alguna de las preguntas, mejor ve pensando en visitar un centro especializado en medicina deportiva para realizar un estudio con prueba de esfuerzo. Están en juego tu salud y la mejora deportiva.

Ese fue mi caso. Aprovechando un ofrecimiento de Healthia, empresa dedicada a la asistencia médica deportiva con más de 50 packs en su catálogo que van de la fisioterapia a los estudios biomecánicos o la mejora en nutrición, acudí a las instalaciones de Medicina del Deporte del Hospital Sanitas (La Moraleja) de Madrid para someterme a un un completo reconocimiento médico deportivo enfocado al triatlon.

Nervio y ansia ante la incertidumbre de no saber si, aunque llevo toda la vida haciendo deporte, estoy haciendo bien o causando un daño a mi cuerpo, y la certeza de que iba a darme un buen sofocón en el tapiz rodante se mezclaban en mi mente junto con la ilusión de utilizar medios habitualmente reservados a pros…que cualquiera puede utilizar por un precio asumible, unos 150€

Tomar medidas

Tras una toma de datos personales  y ya vestido de corto vino la charla inicial con el Dr. Julio de la Morena, seguida de una exploración funcional del estado físico general en la que se comprobaba el buen estado del «chasis»: meniscos, ligamentos y musculatura de brazos y piernas. Ya entonces detectó una carga en el musculo tibial anterior de la pierna derecha generada por una pisada asimétrica no corregida a su tiempo que aconseja tener cuidado y pasar por la consulta del podólogo deportivo. ¿Cómo lo pudo notar si a mí no me dolía nada? Porque es un especialista en medicina deportiva.

De ahí pasamos al Bod Pod, una cabina cerrada —atención claustrofóbicos; que la prueba dura unos dos minutos— en la que mediante un estudio de volúmenes y capacidades calculan densidad, masa muscular y porcentaje graso, con unos resultados fiables, más reales que los de mi fiel y barata báscula de impedancia y menos dolorosos que la medición de la grasa del pliegue abdominal y el del tríceps. ¿Mis resultados? Aprobado justo. Un 20,9 % de grasa corporal, apenas un 0,9 % más de lo que debe tener un deportista -que habrá que reconvertir en músculo- y una tasa metabólica basal de 1.900 kcal… a la que habría que añadir al menos otras 1.000 para mantener el día a día ¡Casi nada! Resulta que tengo que comer más y mejor en vez de comer menos para poder estar a tope... y con tipín para el verano.

¡A sudar!

El Bod Pod era el aperitivo de la prueba de esfuerzo, mi primera en tapiz y con máscara de análisis de gases. Se empieza caminando relajadamente, a 5 km/h, pero el test iba a ser duro, con una aceleración constante  de 1 km/h cada minuto hasta el límite del agotamiento. A los dos minutos, la tendencia natural  es ya a pasar del paso muy rápido al trote corto, pero la voz del enfermero diciendo “estira la zancada, aún no corras” me hace cambiar de idea. Otro minuto más: 8 km/h. Ya se puede correr. Dos minutos después, apenas a 10 km/h las sensaciones son agradables, la respiración controlada, la frecuencia cardiaca baja y el esfuerzo percibido aún flojo. Dos minutos más y ya voy a 12 km/h (5 min/km), para mí la frontera que marca al corredor aficionado del que no lo es… y mi ritmo objetivo en un 10 km. Pero el velocímetro sigue subiendo, y con él esa sensación de fatiga que va apareciendo.

La siguiente meta psicológica son los 13,5 km/h (4.30 el mil). Llega apenas 90 segundos después. El sudor ya corre por todo mi cuerpo, pero aún estoy disfrutando. Pleno de motivación. Fuerte. Con esa sensación  de dominio sobre la fatiga que tienes en los días buenos. Vamos: ¡Que estoy de subidón con las endorfinas a tope!

Pienso que en un minuto y medio más —si aguanto— estaré en 15 km/h (4 minutos el kilómetro). La barrera que separa el correr y el correr mucho. ¡Y ahí que me veo! Lo consigo ya sufriendo ¡y bastante! con la máscara molestando y el pulso ya alto, pero aún coordinando las piernas. Yo no lo sabía, pero mi cuerpo apenas reciclaba ya el ácido láctico que generaban mis músculos. Los galenos me jalean, saben que aún me queda algo por exprimirme.

Pero sé que no me queda demasiado. Me concentro. Esa mueca habitual que parece una sonrisa que tanto aire hace entrar en los pulmones ya se ha ido  de mi cara. Sé que en poco más de un minuto tendré que parar ya agotado…y eso sucedió justo rozando los 3,30 el km. Mi pulgar hacia abajo dice que paramos…y la velocidad con que pierde ritmo el tapiz me hace lamentar no haber preguntado previamente cuánto tardaba en parar. Podría haber aguantado unos segundos más (pensé que tardaba más en pararse del todo, como la cinta del gimnasio); quizá podía haber dado un par de pulsaciones más, quizá correr 200 m/h más deprisa… pero la prueba ya era válida.

Había alcanzado las 174 ppm, estaba en deuda de Óxígeno hacía varios segundos y se habían determinado ya tanto mi umbral aeróbico como el anaeróbico. Tras sucesivas tomas de tensión para verificar que vuelve a la normalidad, me mandan a la ducha y de ahí a la consulta final con el doctor.

Interpretación de los resultados

La charla posterior incluye tanto un análisis de los resultados, con el certificado de aptitud para la práctica deportiva exigente como la explicación de hábitos saludables de alimentación, descanso y entrenamiento, en el que los umbrales aeróbico y anaeróbico —además de cómo poder evolucionarlos— suponen el dato estrella al servir para elaborar un plan de entrenamiento.

Me quedo con el sabor de experiencia de lo más recomendable, con la certeza de que someterse a un análisis de este tipo debiera ser un requisito más importante que apuntarte a cualquier triatlón y el conocimiento hasta donde puedo exprimir mi cuerpo. Menos de 48 horas después y con muy poco rodaje previo participé en mi primera carrera pedestre en 2 años. Los 48 minutos en esos 10 km Villa de Fuentesaúco fueron toda una sorpresa de lo más agradable dado mi aún escaso entrenamiento. Fue posible gracias a sufrir como sólo se sufre en carrera, controlando con el pulsómetro mantenerme en los límites de rendimiento que me habían dicho en la prueba de esfuerzo y variando la velocidad de crucero para evitar entrar en zona anaeróbica siguiendo los sabios consejos del doctor. Vendrán otras pruebas deportivas y largas sesiones de entrenamiento. Pero ya trabajando sobre una base concreta que mejore salud y rendimiento.

En resumen. Más que recomendable, una prueba de esfuerzo debería ser algo necesario marcado en nuestra agenda de entrenamiento. Además ahora en Healthia.es encontraras Packs de Pruebas de Esfuerzo con Analizador de solo 89€ en el Hospital Sanitas la Moraleja.