Para competir hay que sufrir… lo justo

Seas veterano o novel, conseguir tu mejor postura encima de la bici te va a ayudar no sólo a aumentar tu rendimiento, sino también a disfrutar sin dolor de tu bici.

Óscar Díaz Férnandez / fotos: Gonzalo Manera

Para competir hay que sufrir… lo justo
Para competir hay que sufrir… lo justo

La bici no tiene por qué ser sinónimo de sufrimiento. O quizá sí. Pero sólo si éste lo focalizamos en las piernas al empujar las bielas, en los pulmones luchando por suministrar el suficiente oxígeno a nuestros fatigados músculos y la sonrisa que se nos queda cuando los compañeros de salida no nos aguantan el ritmo.

Sí. Montar en bici no tiene por qué implicar que se te vayan a dormir las manos, que te duela el cuello, tengas sobrecargas musculares o que las “joyas de la corona" se te deban quedar insensibilizadas. De hecho, si sufres alguno de estos síntomas, quizá sea momento de hacerte un ajuste de la bici en un centro de biomecánica. Lo he podido comprobar recientemente.

Y no sólo ir más cómodo te hará ir más rápido, sino que te van a desaparecer molestias y reducirás la resistencia aerodinámica hasta límites brutales. El más radical, el caso de un triatleta que sueña con clasificarse para Hawaii al que en Ciclismo y Rendimiento consiguieron, tras una prueba en el velódromo, colocar encima de la bici, en una posición que podría mantener durante horas y que a igualdad de potencia de pedaleo le permitía ahorrar nada menos que quince pulsaciones por minuto. ¡Una barbaridad que podía usar para bajarse más descansado a a correr o limar un tiempo precioso a la bici!

Los tutoriales de Youtube o el ojo entrenado de ese amigo veterano de mil carreras pueden no ser suficientes para encontrar el punto de equilibrio entre rendimiento y confort. O, mejor dicho, alcanzar el rendimiento a través del confort, con éste como requisito inicial. Fue precisamente lo que me sucedió hace un par de semanas cuando acudí a un centro especializado a hacerme un ajuste de posicionamiento sobre la bici, un fitting o fiteo, ¡qué más da cómo se llame! Acudí no sin ansiedad, con el temor de que la talla de mi bici fuese demasiado grande y la tuviera que cambiar –por cierto, si ese es tu temor, puedes estar tranquilo. Jugando a modificar alturas, distancias, tijas se puede replicar la posición de pedaleo en más de tres tallas diferentes–, y la experiencia no pudo ser más positiva.

Para competir hay que sufrir… lo justo

Para competir hay que sufrir… lo justo

El gesto de Yago Alcalde, experto entrenador, biomecánico y alma mater de Ciclismo y Rendimiento (www.ciclismoyrendimiento.com), al ver mi fiel Trek me hizo pensar lo peor. O al menos que habría que cambiar bastantes cosas… A pesar de que había «desarrollado» esa postura consultando vídeos y con la ayuda de amigos, no iba bien sentado. Para nada. Estaba acostumbrado a la tensión en las muñecas y en los hombros, demasiado elevados, como si quisiera esconder la cabeza entre ellos, pero también sentía la carga en los tibiales al pedalear «yendo a por nota» y asumía ese malestar como un requisito, ese fatalismo del para presumir hay que sufrir sin caer en que cualquier rigidez muscular o dolor limita el rendimiento.

Para competir hay que sufrir… lo justo

Para competir hay que sufrir… lo justo

Un estudio empieza con una entrevista personal sobre objetivos deportivos, posibles lesiones previas y una valoración de la flexibilidad de los grupos que intervienen en el pedaleo. A partir de ahí se miden cada uno de los datos característicos de la bici del paciente y se replican en el Guru, un potro que permite subir y bajar sillín y manillar de modo remoto, desde un ordenador, mientras el paciente sigue pedaleando manteniéndose en un valor de esfuerzo asumible y constante, sintiendo cómo cada modificación tiene un efecto en el esfuerzo, en su eficacia. Sensores infrarrojos en cada una de las articulaciones marcan el rango de ángulos en los que las articulaciones trabajarán en cada una de las diferentes fases de pedaleo y a partir de ahí buscar que trabajen dentro de un intervalo correcto para una vez dentro, pulir en base a las sensaciones personales del ciclista hasta encontrar el punto de equilibrio.

Después de casi una hora de trabajar con todas las posibles modificaciones: primero el sillín y, luego, el manillar, bajándolo, subiéndolo, alejándolos, avanzando, volviendo a la anterior y probando algo radicalmente diferente para ir ajustando el resultado final. En este caso bajamos el sillín casi 2 cm, lo retrasamos 3 y el manillar quedó 4,5 cm más bajo. ¡Una auténtica barbaridad! Tanto como ver la facilidad con la que mantenía los 170 W de pedaleo y con la sensación de estar sentado en una postura fluida que podría mantener durante horas. Soy ya un convencido de que acudir a un centro de biomecánica, no sólo te va a hacer que tu cuerpo trabaje de su manera óptima, diferente a la de cualquier otro cuerpo, sino que gracias a ello podrás ir mejor en la bici y bajarte de ella para atacar la carrera a pie con menos estrés y fatiga muscular.

Cuesta un dinero. Sí. Pero menos que la inscripción a muchos triatlones, cambiar las cubiertas a nuestra bici de entrenar y a la de competir o dar palos de ciego cambiando cosas al tun tun, con la diferencia de que la postura que saques de la consulta la llevas cada vez que vas sobre tu amiga de dos ruedas. Te lo recomiendo plenamente. De momento, las pruebas iniciales no pueden ser más satisfactorias –para desgracia de mi cuñado, que ha perdido aquellos descansos tan productivos para recuperar resuello y las piernas mientras me esperaba al final de cada cuesta–. Parece claro que tengo la postura de ruta, pero aún me falta pulir la postura aerodinámica... y lo haré. Pero eso es otro capítulo.