Todo suma

Lo reconozco. También me pasa. También a mí me gustaría entrenar más y mejor.

Óscar Díaz Fernández

Todo suma
Todo suma

Me quedo intranquilo cuando al final de la semana -o cuando descargo los datos de mi Garmin al ordenador- hago balance de los entrenamientos y me doy cuenta de que los días con sesión de entrenamiento apenas superan los días en blanco. No estoy entrenando como me gustaría, ni en cantidad, ni en calidad, aunque al menos disfruto de esas jornadas.

Aunque no me gusta ser protagonista, usaré en este post la primera persona. Este invierno ha sido un poco raro. He nadado con regularidad, dos días a la semana en un entrenamiento organizado con series cortas, medias, ejercicios de técnica y alguna tirada de hasta 500 metros. Y he intentado hacer carrera uno o dos días a ritmo de rodaje cómodo. A lo que se ha sumado un día de pádel a la semana. Pero he descuidado la bici. Confieso, con un poco de vergüenza, que durante más de dos meses no me he acercado ni siquiera para quitarle el polvo.

Pues bien, he podido darme cuenta de algo obvio, que entrenar algo es mejor que no hacerlo y que la regularidad en el entrenamiento produce una mejora insospechada, realmente impresionante, de ésas que solo te das cuenta cuando tomas referencias. Esa regularidad es la base de la mejora en la condición física, pero sobre todo para disfrutar el día en que te das cuenta del avance. De hecho, en estos meses he conseguido llegar a unos niveles aceptables como son las referencias psicológicas de bajar de los dos minutos para nadar 100 m —que equivaldrían a 30 minutos en los 1.500 de la natación de un olímpico— y poder rodar a pie en el entorno de los 5 min/km: poco para atletas de buen nivel, pero sí una primera referencia en el mundo de los populares. ¡Y yo que hace apenas un año me preguntaba que en qué olvidado cajón de mi pasado se escondería bajar de 50 minutos en una carrera popular de 10 k!

Curiosamente, el complemento del cronómetro —el pulsómetro— también me está diciendo cosas que aumentan las buenas sensaciones. Mi frecuencia cardiaca ya ha bajado a los 53 latidos de cuando estaba realmente en forma; en los rodajes a pie me mantengo por debajo del umbral anaeróbico corriendo a 5,20 el km y, ahora que he vuelto a montar en bicicleta, veo cómo, con ritmos parecidos a los del año pasado mi corazón se está ahorrando más de 10 latidos por minuto, lo que quiere decir que mi cuerpo se está volviendo más eficiente y está aprendiendo a obtener su energía más de las grasas que del glucógeno muscular, lo que al final te ayuda cuando te estás planteando hacer un triatlón que te va a tener más de dos horas en pleno esfuerzo.

La mayor sorpresa vino en la Media Cervantina, el medio maratón de Alcalá de Henares a finales de marzo, donde me presenté con dudas por molestias en el bíceps femoral y la intención de tomármelo como un entrenamiento y llegar en torno al kilómetro 14 sabiendo de mi escaso entrenamiento y que al día siguiente salía en viaje de trabajo a Corea. Pues bien, con paciencia y un ejercicio de relajación mental constante, fui escuchando a mi cuerpo para no castigarlo innecesariamente, tanto como mirando el pulsómetro hasta encontrarme con el sorprendente resultado de llegar a meta, con una sonrisa, sin problemas físicos y en una hora 52 minutos que hacía al menos una década no conseguía –lógico, porque en los últimos años apenas he participado en ninguna-, sin un sobreesfuerzo cardiaco ni malas sensaciones.

Con esto, no pretendo que no entrenes. Todo lo contrario. A mí también me gustaría entrenar más y mejor. Pero me gustaría que hicieras como yo y disfrutes de cada salida en bici, de los días que te acercas a la piscina o sientes el viento en la casa mientras corres. Pero más me gustaría que no te obsesiones con cumplir el programa y que no te remuerda la conciencia si un día quedas con los amigos a jugar un partido de baloncesto o te dejas liar para ir al gimnasio. Cada día que haces deporte o simplemente te mueves eso te ayuda. Menos de lo que te gustaría, quizá, pero ayuda. Incluso esa tarde de compras, rebajas o centros comerciales con tu pareja también te aporta. Aunque no lo sepas, a ese brutal ritmo de paso de escaparate estás trabajando la resistencia, la mentalidad y la capacidad de abstraerte que tan bien te van a venir cuando estés sintiendo el esfuerzo de tu corazón al bombear toda la sangre que piden los músculos y éstos duelan en un triatlón. Puede que la fatiga sea diferente. Pero ahí estará y, precisamente, en los procesos fisiológicos de recuperación del esfuerzo cuando nuestro cuerpo está mejorando. Así pues, ten claro que en cada sesión de entrenamiento sumas y vas a estar mejorando aunque te parezca difícil creerlo. Al fin y al cabo ésa es la base del deporte salud.