Determinados tipos de ejercicio proporcionan beneficios que permiten construir el sistema aeróbico a largo plazo. Yo los llamo sencillamente entrenos aeróbicos, en el sentido de que nos aportan el estímulo para incrementar la quema de grasa y así obtener más energía, un soporte físico constante, un mejor flujo sanguíneo tanto por el cuerpo como por el cerebro y una reducción de la grasa corporal. Actividades sencillas, como caminar, correr, montar en bici, nadar y las múltiples variantes del aeróbic pueden cumplir esta función, siempre y cuando no se realicen de manera demasiado intensa.
El ritmo cardiaco es un indicador preciso: realizar una actividad a una frecuencia cardiaca baja constituye un entreno aeróbico, mientras que ejecutar ese mismo ejercicio a un ritmo cardiaco elevado lo convierte en anaeróbico. Aquí es donde la cosa se complica un poco más. A corto plazo, cualquier actividad puede contribuir a construir el sistema aeróbico, incluso los esfuerzos más duros. Pero si sigues con este tipo de rutinas físicas durante demasiado tiempo, tu cuerpo se verá afectado por lesiones, fatiga y mala salud. Y pasarás a engrosar la masa de personas que están en forma pero no sanas. El elemento más importante para distinguir el ejercicio aeróbico del anaeróbico —además de la frecuencia cardiaca— es la duración. Que un tipo de ejercicio estimule el sistema aeróbico y queme más grasa no significa, necesariamente, que tengas que seguir realizándolo. En caso de realizar este tipo de entreno de forma regular durante, pongamos, dos o tres meses, este podría volverse de pronto en tu contra y reducir tu función aeróbica, disminuir la quema de grasa, suprimir el sistema inmune y causarte un estrés físico que rebajaría tu función muscular aeróbica. Tanto si se realizara durante dos meses, dos semanas, seis meses o un periodo de tiempo más largo, este tipo de programa de entrenamiento sería anaeróbico. Entrenar de modo anaeróbico durante semanas puede contribuir al sistema aeróbico por un tiempo, pero sale caro.
Para que el entrenamiento sea enteramente aeróbico, deberías poder entrenar del mismo modo durante semanas y meses cosechando beneficios de forma continuada. Y cuando termines cada entreno, debes sentirte fantásticamente bien: ni cansado ni con molestias, y para nada con ganas de tirarte en el sofá. Tampoco deberías sentir necesidad de comer azúcar u otros hidratos de carbono. Tu entrenamiento debería programar tu cuerpo para quemar más grasa, no azúcar. Si quemas demasiado azúcar durante un entreno significa que este ha sido anaeróbico y has consumido azúcar almacenado (glucógeno), lo cual podría rebajar incluso el azúcar en sangre. El resultado es que tienes antojo de algo dulce. Esta es la clave para distinguir entre un programa de entrenamiento aeróbico y otro anaeróbico. Aunque incluso una sesión intensiva de pesas puede aportar algunos de estos beneficios a corto plazo, no es así a largo plazo.
Al final, incluso los entrenos moderadamente anaeróbicos pueden reducir al poco tiempo la capacidad de quemar grasa y hasta rebajar el número de fibras aeróbicas de tus músculos. Los científicos lo han demostrado. Han medido esta reducción. No se trata de algo basado en pruebas anecdóticas. Yo también lo he medido en todo tipo de personas: adictos al sofá, bailarines, senderistas y atletas profesionales. En un laboratorio o en una clínica resulta fácil medir el proceso de quema de grasa con un analizador de gases (un dispositivo que registra el aire que respiras). Al comparar la cantidad de oxígeno que tomas del aire con el dióxido de carbono que tu cuerpo espira, es posible determinar de forma bastante precisa la cantidad de azúcar y grasa que quemas. Como el ejercicio aumenta la capacidad de quemar grasa a largo plazo, la mejoría se refleja en el sistema aeróbico. No sucede lo mismo con el ejercicio anaeróbico. Para la mayoría de las personas, la mejor forma de determinar si un tipo de actividad está fomentando realmente su sistema aeróbico es controlando la frecuencia cardiaca.