Tras los múltiples problemas físicos que ha sufrido esta campaña y su DNF en el Open de Singapur de la PTO tres semanas antes del día 'D', parecía que Sam Laidlow no llegaba en su mejor momento al Campeonato del Mundo IRONMAN masculino que se disputó el pasado 10 de septiembre en Niza. De hecho, recibió ciertos comentarios que le tildaban de 'one-hit wonder’, algo así como 'maravilla de un sólo éxito', en clara referencia a que su plata en Hawaii en 2022 había sido algo excepcional que le costaría volver a repetir.
Pero el triatleta francés tiene una confianza ciega... en sí mismo. Y los hechos le dan la razón: en Niza logró un triunfo para el recuerdo, pues ya es, a sus 24 años (cumple los 25 en diciembre), el campeón del mundo IRONMAN más joven de la historia, superando al estadounidense Scott Tinley, que en 1982 conquistó el Mundial en Kona con 25.
Laidlow se impuso en Niza al germano Patrick Lange y al danés Magnus Ditlev, empleando la misma táctica que hace un año en Hawaii, donde firmó un nuevo y estratosférico récord en el segmento de ciclismo (4:04:36) y puso en jaque a los dos grandes favoritos, los noruegos Gustav Iden, a la postre campeón, y Kristian Blummenfelt.
En este Mundial de 2023, el triatleta galo volvió a reventar la prueba sobre la bici de crono. Y aguantó con solidez en el maratón para alzarse con el título: ya tiene pensado tatuarse la mencionada frase 'one-hit wonder’ como respuesta a los que cuestionaban su talento.
Porque Sam es un tipo especial, capaz de alcanzar la gloria después de sortear todos y cada uno de los contratiempos de una campaña complicada, un camino lleno de obstáculos (una infección hepática en Lanzarote, una lesión muscular en el Challenge de Roth y el Covid tras el Open de Asia) que le ha conducido hasta lo más alto y que ahora narra en este documental titulado LOOK MUM, I CAN FLY (MIRA, MÁMA, PUEDO VOLAR).
En poco más de una hora vemos cómo se fraguó el apoteósico triunfo 'en casa', en Niza, cómo son las relaciones de Sam con su padre Richard, su madre Michelle y su hermano pequeño Jake, entre otros, y cómo, al coronarse campeón del mundo, culminó el proyecto familiar que comenzó cuando Sam era aún un niño y los Laidlow se mudaron al sur de Francia para establecer un negocio dedicado a los entrenamientos de triatlón.