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¿Se puede hacer un IRONMAN 70.3 con trabajo, hijos y tras una década sin entrenar?

La historia de superación de Ana Isabel García del Monte.

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La historia de superación de Ana Isabel García del Monte.

Hace catorce años que la madrileña Ana Isabel García del Monte llegó al mundo del triatlón. El deporte siempre había sido el eje central de su vida, aunque antes de los cuarenta se había enfocado en la equitación, donde llegó a ser campeona de España en el Concurso Completo en 2003.

Una lesión de su yegua y la vida familiar la alejaron de este deporte, pero no por eso dejó atrás la ilusión y la energía que la definen. Así pues, cuando sus amigos montaron el Club Triatlón A6, liderado por Jaime Menéndez de Luarca, no dudó ni un segundo en iniciar una nueva etapa deportiva.

Durante cuatro años, la vida de Ana Isabel giró en torno al triatlón. En su ciudad natal participó en varios eventos. Y también viajó a Valencia, Portugal, Santander y Guadalajara. Participaba, sobre todo, en pruebas sprint o de distancia olímpica, pero pronto llegó su primer IRONMAN® 70.3® en Mallorca, el mismo año que se estrenaba la prueba. A cotinuación, empezó a entrenar para poder completar su primer IRONMAN® completo.

Sin embargo, sus planes se vieron truncados por una noticia igualmente increíble: estaba esperando su primer hijo. Tuvo que dejar de lado el entrenamiento para centrarse en algo nuevo y maravilloso. Y a los dieciocho meses de haber nacido su primer hijo, se quedó embarazada del segundo.

Durante diez años Ana Isabel ha dedicado toda esa energía que llevaba dentro a cuidarles y darles lo mejor. Pero una parte de ella se resistía a dejar atrás su otra pasión. Fue así como, hace unos meses, decidió sacar tiempo de debajo de las piedras para volver a entrenar y, acto seguido, se apuntó a esa prueba tan especial que había realizado hacía más de diez años por primera vez: el Zafiro IRONMAN® 70.3® Alcúdia - Mallorca.

Mallorca, un segundo hogar

Desde pequeña, Ana Isabel ha vivido la isla de Mallorca como un segundo hogar. Sus padres tienen casa en el Puerto de Pollença, justo al lado del de Alcudia, donde se realizan las pruebas IRONMAN®, y conoce la zona como la palma de su mano.

Volver, para ella, no es solo volver a casa, es saber que todos sus amigos y conocidos van a estar a su lado, animándola cuando llega el gran momento. Además, Ana Isabel tenía claro que quería volver a competir en una carrera IRONMAN®, porque siempre hay "buen ambiente y la organización cuida de los triatletas. Y por lo romántico de la marca, por qué no decirlo".

La emoción y la motivación de volver a entrenar para una prueba tan especial son algo indescriptible para esta madre, fisioterapeuta de profesión, que también ha querido que sus hijos sientan de primera mano el amor por el deporte y lo adopten como propio.

Aun así, compaginar la vida familiar con la de deportista no es tarea fácil. Cada domingo se sienta junto a su marido para buscar huecos en los que meter sus entrenos. En total, de doce a catorce horas semanales, más incluso a medida que se acercaba la prueba. 

Ana Isabel tiene una cosa muy clara: "Cuando una es madre, nunca es un buen momento hasta que empiezas". Es por esto que recomienda a todas esas mujeres que han dejado atrás su pasión por el triatlón "que vuelvan a salir en bici, aunque sea un ratito a la semana, y verán como esa vieja mecha se va encendiendo de nuevo".

La satisfacción final

El pasado sábado 13 de mayo, Ana Isabel completó los 1,9 kilómetros de natación, 90 en bicicleta y la media maratón final, cruzando la meta situada en Alcúdia tras 6 horas y 9 minutos de carrera.

Rebajó en 10 minutos su registro de 2011. La clasificación final es lo de menos para esta amante del deporte y del triatlón que vio recompensado todo su esfuerzo durante los últimos meses con la experiencia vivida en Mallorca.

“Hice menos de lo que me tocaba en la planificación de entrenamientos y esto me ha ayudado a llegar fresca y sin desgaste muscular al IRONMAN. Yo seguí atendiendo a mi familia sin agobiarme por cómo llegaba a la prueba”, explica.

"Llegar a meta es una experiencia de vida, una medalla insustituible y un orgullo que toda mujer debería experimentar, más aún si tienen niños que puedan llorar de felicidad al ver a su madre llegar al arco de meta. No hace falta ser una deportista de élite. Se puede hacer con organización y sin estresarse con las obligaciones del día a día”, concluye.