Es un tradición tan antigua como las primeras carreteras que empezó a recorrer el Tour de Francia... Los que las hacen aseguran que los ciclistas son capaces de percatarse de que su propio nombre está escrito en la empinada carretera que tanto les está haciendo sufrir en ese momento y que les animan a seguir adelante... En cualquier caso, se trata de un "adorno" imprescindible en las subidas a los puertos que también refuerza la mística de estos escenarios legendarios del ciclismo...