Lo reconozco. Yo también trasnoché pegado al portátil viendo el Ironman de Hawái. Adiviné cómo el gran Eneko Llanos iba a sufrir en el sector a pie viendo cómo se le iban escapando los parciales y como a Raña se le escaparon las opciones sobre la bicicleta. Vibré viendo correr a Kienle y Frodeno en la primera parte de la carrera a pie y disfruté de los comentarios en el grupo de WhatsApp con los amigos.
Lo reconozco. Debo tener un punto voyeur y no me cuesta confesar que lo disfruté, porque ser aficionado a esta bendita locura que es el triatlón es también poder ser un actor de reparto, no el protagonista, pero también viviendo intensamente cada instante del espectáculo. Por eso, desde aquí quiero hacer un reconocimiento a esos familiares, amigos, parejas y compañeros de entrenamiento que no sólo comparten nuestras rutinas entre semana, sino que también el fin de semana entienden como una fiesta seguir a esos seres queridos, esperando con paciencia su paso y animando como si se estuviesen jugando la victoria.
Aunque no cabe duda de que lo que realmente “nos pone” a los triatletas es ese amanecer el día de la competición sintiendo los nervios y sabiendo que no hay vuelta atrás, hay otra manera de vivir esos nervios. Hace ya unos meses tuve la suerte de empezar a disfrutarlo también así y convertirme en espectador gracias a un público tan implicado como Raquel Pérez o Natalia Raña. Pude descubrir cómo ir a un triatlón para ver competir a la gente que quieres, también es estar dentro de la carrera. ¡Y de qué manera!
Mi primera vez fue en Vitoria. Varios amigos competían en la distancia Half y otros en la Full. Tuve la suerte de estar allí además mientras hacía fotos para la revista Triatlón en uno de los mejores tris de media y larga distancia del calendario nacional. Un evento único por los parajes que recorre, por el mimo, la atención que la organización presta a los deportistas y muy especialmente por la presencia de unos espectadores volcados en disfrutar un día único prestando su apoyo y cariño a los participantes. Ese calor, y no los 30 grados que derretían el asfalto alavés a principios de julio, fue el que me impulsó a escribir estas líneas, tarde pero ya atenuada la emoción del primer día ya que descubrí otra forma complementaria de disfrutar de los tres deportes.
¿Quién puede divertirse viendo un triatlon?
Abundan amigos y familiares, deportistas o sedentarios que no dudan en echarse a la carretera aun sabiendo que su papel va a ser secundario. Puede ser que porque la fecha marcada en rojo en el calendario aun no haya llegado y quieran aprovechar el día para hacer un complemento a su entreno, como Triker del equipo Aguaverde, que se desplazó hasta allí para ver correr a un compañero de club y hacer su rodaje largo a pie preparatorio para el Ironman de Maastricht corriendo desde el embalse de Landa hasta Vitoria. Otros, simplemente querían pasar un día acompañando a sus familiares, y un buen número de alaveses se regocijaron jaleando a los atletas al paso por sus casa durante el sector ciclista.
Pero siendo público también pasas nervios. Brotan cuando empiezas a preparar las labores logísticas: horarios de salida, tiempos previstos de paso en función de los ritmos de entrenamiento, márgenes de seguridad por si se quiere ahorrar energías, los mejores puntos para que te vean al pasar y puedan sentir tu aliento...y siguen cuando les haces confirmar por quinta vez a tus amigos que han puesto la presión correcta a las ruedas, han cogido todos los geles en la bici, han revisado las bolsas de las transiciones…
Pero llega el momento decisivo y te toca ser espectador. Pones el crono en marcha coincidiendo con la bocina inicial y de inmediato vas a la zona de salida del agua. Sabes cuánto deberían tardar y te esfuerzas en distinguir algo bajo un gorro del mismo color que otros cientos de corredores. Y cuando finalmente salen, tú también corres hacia la T1 para verlos salir con la bici en la mano. ¿Verdad que es bueno estar en forma para hacerlo? Miras el reloj y empiezas a calcular lo que tardarán en volver a pasar.
Lo comentas con tus amigos espectadores y con otros aficionados hermanados ese día aunque no los conozcas en absoluto. Pasan los minutos y la carrera se encamina hacia la T2 y ¡hay que verlos salir a la carrera a pie!. Es el momento de saber cómo van, observar sus caras, quizá cambiar una frase con ellos y seguir viendo la carrera. Cómo evolucionan los primeros y jugar a adivino especulando con el desenlace final, dónde van los tuyos, qué cara y sensaciones llevan y cada hecho significativo que llama la atención.
Vitoria fue el primero aunque para nada ha sido el último. Luego vinieron los juegos de Río, el Ironman de Hawái o el triatlón de Gandía, competiciones en las que por razones obvias no pude participar, pero sí disfrutar intensamente, porque ser espectador también es una manera de vivir el triatlón cuando realmente te gusta este deporte.